OBRAS COMPLETAS DE JOSE CARLOS MARIATEGUI |
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IDEOLOGÍA Y POLÍTICA |
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Capítulo ITESIS IDEOLÓGICAS
I.
PLANTEAMIENTO DE LA CUESTIÓN
El problema de
las razas sirve en la América Latina, en la especulación intelectual
burguesa, entre otras cosas, para encubrir o ignorar los verdaderos
problemas del continente. La critica marxista tiene la obligación
impostergable de plantearlo en sus términos reales, desprendiéndolo de
toda tergiversación casuista o pedante. Económica, social y
políticamente, el problema de las razas, como el de la tierra, es, en su
base, el de la liquidación de la feudalidad.
Las razas
indígenas se encuentran en la América Latina en un estado clamoroso de
atraso y de ignorancia, por la servidumbre que pesa sobre ellas, desde
la conquista española. El interés de la clase explotadora, -española
primero, criolla después-, ha tendido invariablemente, bajo diversos
disfraces, a explicar la condición de las razas indígenas con el
argumento de su inferioridad o primitivismo. Con esto, esa clase no ha
hecho otra cosa que reproducir, en esta cuestión nacional interna, las
razones de la raza blanca en la cuestión del tratamiento y tutela de los
pueblos coloniales.
El sociólogo
Vilfredo Pareto, que reduce la raza a sólo uno de los varios factores
que determinan las formas del desenvolvimiento de una sociedad, ha
enjuiciado la hipocresía de la idea de la raza en la política
imperialista y esclavizadora de los pueblos blancos en los siguientes
términos: "La teoría de Aristóteles sobre la esclavitud natural es
también la de los pueblos civiles modernos para justificar sus
conquistas y su dominio sobre pueblos y llamados por ellos de raza
inferior. Y como Aristóteles decía que existen hombres naturalmente
esclavos y otros patrones, que es conveniente que aquellos sirvan y
éstos manden, lo que es además justo y provechoso pata todos;
perecidamente los pueblos modernos, que se gratifican ellos mismos con
el epíteto de civilizados, dicen existir pueblos que deben naturalmente
dominar, y son ellos, y otros pueblos que no menos
naturalmente deben obedecer y son aquellos que quieren explotar; siendo
justo, conveniente y a todos provechoso que aquellos manden, éstos
sirvan. De esto resulta que un inglés, un alemán, un francés, un belga,
un italiano, si lucha y muere por la patria es un héroe; pero un
africano si osa defender su patria contra esas naciones, es un vil
rebelde y un traidor. Y los europeos cumplen el sacrosanto deber de
destruir a los africanos, como por ejemplo en el Congo, para enseñarles
a ser civilizados. No falta luego quien beatamente admira esta obra "de
paz, de progreso, de civilidad". Es necesario agregar que, con
hipocresía verdaderamente admirable, los buenos pueblos civiles
pretenden hacer el bien de los pueblos a ellos sujetos, cuando los
oprimen y aun los destruyen; y tanto amor les dedican que los quieren
"libres" por la fuerza. Así los ingleses liberaron a los indios de la
"tiranía" de los raía, los alemanes liberaron a los africanos de la
"tiranía" de los reyes negros, los franceses liberaron a los habitantes
de Madagascar y, para hacerlos más libres, mataron a muchos reduciendo a
los otros a un estado que sólo en el nombre no es de esclavitud; así los
italianos liberaron a los árabes de la opresión de los turcos. Todo esto
es dicho seriamente y hay hasta quien lo cree. El gato atrapa al ratón y
se lo come, pero no dice que hace esto por el bien del ratón, no
proclama el dogma de la igualdad de todos los animales y no alza
hipócritamente los ojos al cielo para adorar al "Padre común" ("Trattato
di Sociologia Generale", Vol. II).
La explotación
de los indígenas en la América Latina trata también de justificarse con
el pretexto de que sirve a la redención cultural y moral de las razas
oprimidas.
La
colonización de la América Latina por la raza blanca no ha tenido, en
tanto, como es fácil probarlo, sino efectos retardatarios y deprimentes
en la vida de las razas indígenas. La evolución natural de éstas ha sido
interrumpida por la opresión envilecedora del blanco y del mestizo.
Pueblos como el quechua y el azteca, que habían llegado a un grado
avanzado de organización social, retrogradaron, bajo el régimen
colonial, a la condición de dispersas tribus agrícolas. Lo que en las
comunidades indígenas del Perú subsiste de elementos de civilización
es, sobre todo, lo que sobrevive de la antigua organización autóctona.
En el agro feudalizado, la civilización blanca no ha creado focos de
vida urbana, no ha significado siempre siquiera industrialización y
maquinismo: en el latifundio serrano, con excepción de ciertas estancias
ganaderas, el dominio del blanco no representa, ni aún tecnológicamente,
ningún progreso respecto de la cultura aborigen.
Llamamos
problema indígena a la explotación feudal de los nativos en la gran
propiedad agraria. El indio, en el 90 por ciento de los casos, no es un
proletario sino un siervo. El capitalismo, como sistema económico y
político, se manifiesta incapaz, en la América Latina, de edificación de
una economía emancipada de las taras feudales. El prejuicio de la
inferioridad de la raza indígena, le consiente una explotación máxima de
los trabajos de esta raza; y no está dispuesto a renunciar a esta
ventaja, de la que tantos provechos obtiene. En la agricultura, el
establecimiento del salariado, la adopción de la máquina, no borran el
carácter feudal, de la gran propiedad. Perfeccionan, simplemente, el
sistema de explotación de la, tierra y de las masas campesinas. Buena
parte de nuestros burgueses y "gamonales" sostiene calurosamente la
tesis de la inferioridad del indio: el problema indígena es, a su
juicio, un problema étnico cuya solución depende del cruzamiento de la
raza indígena con razas superiores extranjeras. La subsistencia de una
economía de bases feudales se presenta, empero, en inconciliable
oposición con un movimiento inmigratorio suficiente para producir esa
transformación por el cruzamiento. Los salarios que se pagan en las
haciendas de la costa y de la sierra (cuando en estas últimas se adopta
el salario) descartan la posibilidad de emplear inmigrantes europeos en
la agricultura. Los inmigrantes campesinos no se avendrían jamás a
trabajar en las condiciones de los indios; sólo se les podría atraer
haciéndolos pequeños propietarios. El indio no ha podido ser nunca
reemplazado en las faenas agrícolas de las haciendas costeñas sino con
el esclavo negro o el "cooli" chino. Los planes de colonización con
inmigrantes europeos tienen, por ahora, como campo exclusivo, la región
boscosa del Oriente, conocida con el nombre de Montaña. La tesis de que
el problema indígena es un problema étnico no merece siquiera ser
discutida; pero conviene anotar hasta qué punto la solución que propone
está en desacuerdo con los intereses y las posibilidades de la burguesía
y del gamonalismo, en cuyo seno encuentra sus adherentes.
Para el
imperialismo yanqui o inglés, el valor económico de estas tierras sería
mucho menor si con sus riquezas naturales no poseyesen una población
indígena atrasada y miserable a la que, con el concurso de las
burguesías nacionales, es posible explotar extremamente. La historia de
la industria azucarera peruana, actualmente en crisis, demuestra que sus
utilidades han reposado, ante todo, en la baratura de la mano de obra,
esto es en la miseria de los braceros. Técnicamente, esta industria no
ha estado en ninguna época en condiciones de concurrir con la de otros
países en el mercado mundial. La distancia de los mercados de consumo,
gravaba con elevados fletes su exportación. Pero todas estas desventajas
eran compensadas largamente por la baratura de la mano de obra. El
trabajo de esclavizadas masas campesinas, albergadas en repugnantes
“rancherías”, privadas de toda libertad y derecho, sometidas a una
jornada abrumadora, colocaba a los azucareros peruanos en condiciones de
competir con los que, en otros países, cultivaban mejor sus tierras o
estaban protegidos por una tarifa proteccionista o más ventajosamente
situados desde el punto de vista geográfico. El capitalismo extranjero
se sirve de la clase feudal para explotar en su provecho estas masas
campesinas. Mas a veces, la incapacidad de estos latifundistas
(herederos de los prejuicios, soberbia y arbitrariedad medioevales) para
llenar la función de jefes de empresa capitalista, es tal que aquel se
ve obligado a tomar en sus propias manos la administración de
latifundios y centrales. Esto es lo que ocurre, particularmente, en la
industria azucarera, monopolizada casi completamente en el valle de
Chicama por una empresa inglesa y una empresa alemana.
La raza tiene,
ante todo, esta importancia en la cuestión del imperialismo. Pero tiene
también otro rol, que impide asimilar el problema de la lucha por la
independencia nacional en los países de la América con fuerte porcentaje
de población indígena, al mismo problema en el Asia o el África. Los
elementos feudales o burgueses, en nuestros países, sienten por los
indios, como por los negros y mulatos, el mismo desprecio que los
imperialistas blancos. El sentimiento racial actúa en esta clase
dominante en un sentido absolutamente favorable a la penetración
imperialista. Entre el señor o el burgués criollo y sus peones de color,
no hay nada de común. La solidaridad de clase, se suma a la solidaridad
de raza o de prejuicio, para hacer de las burguesías nacionales
instrumentos dóciles del imperialismo yanqui o británico. Y este
sentimiento se extiende a gran parte de las clases medias, que imitan a
la aristocracia y a la burguesía en el desdén por la plebe de color,
aunque su propio mestizaje sea demasiado evidente. La raza negra, importada a la América Latina por los colonizadores para aumentar su poder sobre la raza indígena americana, llenó pasivamente su función colonialista. Explotada ella misma duramente, reforzó la opresión de la raza indígena por los conquistadores españoles. Un mayor grado de mezcla, de familiaridad y de convivencia con éstos en las ciudades coloniales, la convirtió en auxiliar del dominio blanco, pese a cualquier ráfaga de humor turbulento o levantisco. El negro o mulato, en sus servicios de artesano o doméstico, compuso la plebe de que dispuso siempre más o menos incondicionalmente la casta feudal. La industria, la fábrica, el sindicato, redimen al negro de esta domesticidad. Borrando entre los proletarios la frontera de la raza; la conciencia de clase eleva moral, históricamente, al negro. El sindicato significa la ruptura definitiva de los hábitos serviles que mantienen, en cambio, en él la condición de artesano o criado. El indio por sus facultades de asimilación al progreso, a la técnica de la producción moderna, no es absolutamente inferior al mestizo. Por el contrario, es, generalmente, superior. La idea de su inferioridad racial esta demasiado desacreditada para que merezca, en este tiempo, los honores de una refutación El prejuicio del blanco, que ha sido también el del criollo, respecto a la inferioridad del indio, no reposa en ningún hecho digno de ser tomado en cuánta en el estudio científico de la cuestión; La cocamanía y el alcoholismo de la raza indígena, muy exagerados por sus comentadores, no son otra cosa que consecuencias, resultados de la opresión blanca. El gamonalismo fomenta y explota estos vicios, que bajo cierto aspecto se alimentan de los impulsos de la lucha contra el dolor, particularmente vivos y operantes en un pueblo subyugado. El indio en la antigüedad no bebió nunca sino "chicha", bebida fermentada de maíz, mientras que desde que el blanco implantó en el continente el cultivo de la caña, bebe alcohol. La producción del alcohol de caña es uno de los más "saneados" y seguros negocios del latifundismo, en cuyas manos se encuentra también la producción de coca en los valles cálidos de la montaña. Hace tiempo que la experiencia japonesa demostró la facilidad con que pueblos de raza y tradición distintas de las europeas, se apropian de la ciencia occidental y se adaptan al uso de su técnica de producción. En las minas y en las fabricas de la Sierra del Perú, el indio campesino confirma esta experiencia.
Y ya la
sociología marxista ha hecho justicia sumaria a las ideas racistas,
producto todas del espíritu imperialista. Bukharin escribe en "La
théorie du materialisme historique": "La teoría de las raras es ante
todo contraria a los hechos. Se considera a la raza negra como una raza
“inferior”, incapaz de desarrollarse por su naturaleza misma. Sin
embargo, está probado que los antiguos representantes de esta raza
negra, los kushitas, habían creado una civilización muy alta en las
Indias (antes que los Hindúes) y en Egipto. La raza amarilla, que no
goza tampoco de un gran favor, ha creado en la persona de los chinos
una cultura que era infinitamente más elevada que las de sus
contemporáneos blancos; los blancos no eran entonces sino unos niños en
comparación con los chinos. Sabemos muy bien ahora todo lo que los
griegos antiguos tomaron a los asirio-babilonios y a los egipcios. Estos
hechos bastan para probar que las explicaciones sacadas del argumento de
las razas no sirven para nada. Sin embargo, se nos puede decir: Quizás
tenéis razón; pero, ¿podéis afirmar que un negro medio iguale por sus
cualidades a un europeo medio? No se puede responder a esta cuestión
con una salida como la de ciertos profesores liberales: todos los
hombres son iguales; según Kant la personalidad humana constituye un
fin en si misma; Jesucristo enseñaba que no había ni Helenos ni Judíos,
etc. (ver, por ejemplo, en Khvestov: "es muy probable que la verdad esté
de lado de los defensores de la igualdad de los hombres"... "La Théorie
du processus historique").Pues, tender a la igualdad de los hombres, no
quiere decir reconocer la igualdad de sus cualidades, y, de otra parte,
se tiende siempre hacia lo que existe todavía, porque otra cosa seria
forzar una puerta abierta. Nosotros no tratamos por el momento de saber
hacia qué se debe tender. Lo que nos interesa es saber si existe una
diferencia entre el nivel de cultura de los blancos y de los negros en
general. Ciertamente, esta diferencia existe. Actualmente los "blancos"
son superiores a los otros. ¿Pero, qué prueba esto? Prueba que
actualmente las razas han cambiado de lugar. Y esto contradice la teoría
de las razas. En efecto, esta teoría reduce todo a las cualidades de las
razas, a su "naturaleza eterna" Si fuera así esta "naturaleza” se habría
hecho sentir en todos los periodos de la historia. ¿Que se puede deducir
de aquí? Que la "naturaleza" misma cambia constantemente, en relación
con las condiciones de existencia de una raza dada. Estas condiciones
están determinadas por las relaciones entre la sociedad y la naturaleza,
es decir por el estado de las fuerzas productivas. Por tanto, la teoría
de las razas no explica absolutamente las condiciones de la evolución
social. Aparece aquí claramente que hay que comenzar su análisis por el
estudio del movimiento de las fuerzas productivas" (La theorie du
materialisme historique" p. 129 a 130).
Del prejuicio
de la inferioridad de la raza indígena empieza a pasarse al extremo
opuesto: el que la creación de una nueva cultura americana: será
esencialmente obra de las fuerzas raciales autóctonas. Suscribir esta
tesis es caer en el más ingenuo y absurdo misticismo. Al racismo de los
que desprecian al indio, porque creen en la superioridad absoluta y
permanente de la raza blanca, sería insensato y peligroso oponer el
racismo de los que superestiman al indio, con fe mesiánica en su misión
como raza en el renacimiento americano.
Las posibilidades de que el
indio se eleve material e intelectualmente dependen del cambio de las
condiciones económico-sociales. No están determinadas por la raza sino
por la economía y la política. La raza, por si sola, no ha despertado ni
despertaría al entendimiento de una idea emancipadora. Sobre todo, no
adquiriría nunca el poder de imponerla y realizarla. Lo que asegura su
emancipación es el dinamismo de una economía y una cultura que portan en
su entraña el germen del socialismo. La raza india no fue vencida, en la
guerra de la conquista, por una raza superior étnica o cualitativamente;
pero si fue vencida por su técnica que estaba muy por encima de la
técnica de los aborígenes. La pólvora, el hierro, la caballería, no eran
ventajas raciales; eran ventajas técnicas. Los españoles arribaron a
estas lejanas comarcas porque disponían de medios de navegación que les
consentían atravesar los océanos. La navegación y el comercio les
permitieron más tarde la explotación de algunos recursos naturales de
sus colonias. El feudalismo español se superpuso al agrarismo indígena
respetando en parte sus formas comunitarias: pero esta misma adaptación
creaba un orden extático, un sistema económico cuyos factores de
estagnación eran la mejor garantía de la servidumbre indígena. La
industria capitalista rompe este equilibrio, interrumpe este
estancamiento, creando nuevas fuerzas productoras y nuevas relaciones de
producción. El proletariado crece gradualmente a expensas del artesanado
y la servidumbre. La evolución económica y social de la nación entra en
una era de actividad y contradicciones que, en el plano ideológico,
causa la aparición y desarrollo del pensamiento socialista.
En todo esto,
la influencia del factor raza se acusa evidentemente insignificante al
lado de la influencia del factor economía, -producción, técnica,
ciencia, etc.-. Sin los elementos materiales que crea la industria
moderna, o si se quiére
el capitalismo, ¿habría posibilidad de que se esbozase el plan, la
intención siquiera de un Estado socialista, basado en las
reivindicaciones, en la emancipación de las masas indígenas? El
dinamismo de esta economía, de este régimen, que torna inestables todas
las relaciones, y que con las clases opone las ideologías, es sin duda
lo que hace factible la resurrección indígena, hecho decidido por el
juego de fuerzas económicas, políticas, culturales, ideológicas, no de
fuerzas raciales. El mayor cargo contra la clase dominante de la
república es el que cabe formularle por no haber sabido acelerar, con
una inteligencia más liberal, más burguesa, más capitalista de su
misión, el proceso de transformación de la economía colonial en economía
capitalista. La feudalidad opone a la emancipación, al despertar
indígena su estagnación y su inercia; el capitalismo, con sus
conflictos, con sus instrumentos mismos de explotación, empuja a las
masas por la vía de sus reivindicaciones, la conmina a una lucha en la
que se capacitan material y mentalmente para presidir un orden nuevo.
El problema de
las razas no es común a todos los países de la América Latina ni
presenta en todos los que lo sufren las mismas proporciones y
caracteres. En algunos países latinoamericanos tiene una localización
regional y no influye apreciablemente en el proceso social y económico.
Pero en países como el Perú y Bolivia, y algo menos el Ecuador, donde
la mayor parte de la población es indígena, la reivindicación del indio
es la reivindicación popular y social dominante.
En estos
países el factor raza se complica con el factor clase en forma que una
política revolucionaria no puede dejar de tener en cuenta. El indio
quechua o aymara ve su opresor en el “misti”, en el blanco. Y en el
mestizo, únicamente la conciencia de clase, es capaz de destruir el
hábito del desprecio, de la repugnancia por el indio. No es
raro
encontrar
en los propios elementos de la ciudad que se proclaman revolucionarios,
el prejuicio de la inferioridad del indio, y la resistencia a reconocer
este prejuicio como una simple herencia o contagio mental del ambiente.
La barrera del
idioma se interpone entre las masas campesinas indias y los núcleos
obreros revolucionarios de raza blanca o mestiza.
Pero, a través
de propagandistas indios, la doctrina socialista, por la naturaleza de
sus reivindicaciones, arraigará prontamente en las masas indígenas. Lo
que hasta ahora ha faltado es la preparación sistemática de estos
propagandistas. El indio alfabeto, al que la ciudad corrompe, se
convierte regularmente en un auxiliar de los explotadores de su raza.
Pero en la ciudad, en el ambiente obrero revolucionario, el indio
empieza ya a asimilar la idea revolucionaria, a apropiarse de ella, a
entender su valor como instrumento de emancipación de esta raza,
oprimida por la misma clase que explota en la fábrica al obrero, en el
que descubre un hermano de clase.
El realismo de
una política socialista segura y precisa en la apreciación y utilización
de los hechos sobre los cuales le toca actuar en estos países puede y
debe convertir el factor raza en factor revolucionario. El Estado actual
en estos países reposa en la alianza de la clase feudal terrateniente y
la burguesía mercantil. Abatida la feudalidad latifundista, el
capitalismo urbano carecerá de fuerzas para resistir a la creciente
obrera. Lo representa una burguesía mediocre, débil, formada en el
privilegio, sin espíritu combativo y organizado que pierde cada día más
su ascendiente sobre la fluctuante capa intelectual.
La crítica
socialista ha iniciado en el Perú el nuevo planteamiento del problema
indígena, con la denuncia y el repudio inexorables de todas las
tendencias burguesas o filantrópicas a considerarlo como problema
administrativo, jurídico, moral, religioso o educativo ("7 Ensayos de
interpretación de la Realidad Peruana”: El problema indígena; por J. C.
Mariátegui). Las conclusiones sobre los términos económicos y políticos
en que se plantea en el Perú, y por analogía en otros países
latinoamericanos de numerosa población indígena, esta cuestión y la
lucha proletaria por resolverla, son las siguientes en nuestra opinión:
1. Situación económico-social de la población Indígena
del Perú
No existe un
censo reciente que permita saber exactamente la proporción actual de la
población indígena. Se acepta generalmente la afirmación de que la raza
indígena compone las cuatro quintas partes de una población total
calculada en un mínimo de 5'000,000. Esta apreciación no tiene en cuenta
estrictamente la raza, sino más bien la condición económico-social de
las masas que constituyen dichas cuatro quintas partes. Existen
provincias donde el tipo indígena acusa un extenso mestizaje. Pero en
estos sectores la sangre blanca ha sido completamente asimilada por el
medio indígena y la vida de los "cholos" producidos por este mestizaje
no difiere de la vida de los indios propiamente dichos.
No menos del
90 por ciento de la población indígena así considerada, trabaja en la
agricultura. El desarrollo de la industria minera ha traído como
consecuencia, en los últimos tiempos, un empleo creciente de la mano de
obra indígena en la minería. Pero una parte de los obreros mineros
continúan siendo agricultores. Son Indios de "comunidades" que pasan la
mayor parte del año en las minas; pero que en la época de las labores
agrícolas retoman a sus pequeñas parcelas, insuficientes para su
subsistencia.
En la
agricultura subsiste hasta hoy un régimen de trabajo feudal o semi-feudal.
En las haciendas de la sierra, el salariado, cuando existe, se
presenta tan incipiente y deformado que apenas si altera los rasgos del
régimen feudal. Ordinariamente los indios no obtienen por su trabajo
sino una mezquina parte de los frutos. (V. en "7 Ensayos de la Realidad
Peruana", en el capitulo sobre el Problema de la Tierra, los diferentes
sistemas de trabajo empleados en la Sierra). El suelo es trabajado en
casi todas las tierras de latifundio en forma primitiva; y no obstante
que los. latifundistas se reservan siempre las mejores, sus
rendimientos, en muchos casos, son inferiores a los de las tierras
"comunitarias". En algunas regiones las "comunidades" indígenas
conservan una parte de las tierras; pero en proporción exigua para sus
necesidades, de modo que sus miembros estén obligados a trabajar para
los latifundistas. Los propietarios de los latifundios, dueños de
enormes extensiones de tierras, en gran parte incultivadas, no han
tenido en muchos casos interés en despojar a las "comunidades" de sus
propiedades tradicionales, en razón de que la comunidad anexa a la
hacienda le ha permitido a ésta contar con mano de obra segura y
"propia". El valor de un latifundio no se calcula sólo por su
extensión territorial, sino por su población indígena propia. Cuando una
hacienda no cuenta con esta población, el propietario, de acuerdo con
las autoridades, apela al reclutamiento forzoso de peones a quienes se
remunera miserablemente. Los indios de ambos sexos, sin exceptuar a los
niños, están obligados a la prestación de servicios gratuitos a los
propietarios y a sus familias, lo mismo que a las autoridades.
Hombres, mujeres y niños se turnan en el servicio de os gamonales y
autoridades, no sólo en las casas- hacienda, sino en los pueblos o
ciudades en que residen estos. La prestación de servicios gratuitos ha
sido varias veces prohibida legalmente; pero en la práctica subsiste
hasta hoy, a causa de que ninguna ley puede contrariar la mecánica de un
orden feudal, si la estructura de éste se mantiene intacta. La ley de
conscripción vial ha venido a acentuar en estos últimos tiempos la
fisonomía feudal de la sierra. Esta ley obliga a todos los individuos a
trabajar semestralmente seis días en la apertura o conservación de
caminos o a “redimirse” mediante el pago de los salarios conforme al
tipo fijado de cada región. Los Indios son, en muchos casos, obligados a
trabajar a gran distancia de su residencia; lo que los obliga a
sacrificar mayor número de días. Son objeto de innumerables
expoliaciones por parte de las autoridades, con el pretexto del servicio
vial, que tiene para las masas indígenas el carácter de las antiguas
mitas coloniales. .
En la minería
rige el salariado. En las minas de Junin y de La Libertad, donde tienen
su asiento las dos grandes empresas mineras que explotan el cobre, la
"Cerro de Pasco Copper Corporation” y la "Northern", respectivamente,
los trabajadores ganan salarios de S/. 2.50 a S/. 3.00. Estos salarios
son, sin duda, elevados respecto a los inverosímilmente ínfimos (veinte
o treinta centavos) que se acostumbran en las haciendas de la sierra.
Pero las empresas se aprovechan en todas las formas de la atrasada
condición de los indígenas. La legislación social vigente es casi nula
en las minas, donde no se observan las leyes de accidentes de trabajo y
jornadas de ocho horas, ni se reconoce a los obreros el derecho de
asociación. Todo obrero acusado de intento de organización de los
trabajadores, aunque sólo sea con fines culturales o mutuales, es
inmediatamente despedido por la empresa. Las empresas para el trabajo de
las galerías, emplean generalmente a “contratistas”, quienes con el
objeto de efectuar las labores al menor costo actúan como un instrumento
de explotación de los braceros. Los "contratistas", sin embargo, viven
ordinariamente en condición estrecha, abrumados por las obligaciones de
sus adelantos qué hacen de ellos deudores permanentes de las empresas.
Cuando se produce un accidente del trabajo, las empresas burlan, por
medio de sus abogados, abusando de la miseria e ignorancia de los
indígenas, los derechos de éstos, indemnizándolos arbitraria y
míseramente. La catástrofe de Morococha, que costó la vida de algunas
docenas de obreros, ha venido últimamente a denunciar la inseguridad en
que trabajan los mineros. Por el mal estado de algunas galerías y por
la ejecución de trabajos que tocaban casi al fondo de una laguna, se
produjo un hundimiento que dejó sepultados a muchos trabajadores. El
número oficial de las victimas es 27; pero hay fundada noticia de que el
número es mayor. Las denuncias de algunos periódicos, influyeron esta
ves para que la Compañía se mostrase más respetuosa de la ley de lo que
acostumbra, en cuanto a las indemnizaciones a los deudos de las
víctimas. Últimamente, con el objeto de evitar mayor descontento, la
Cerro de Pasco Copper Corporation, ha concedido a sus empleados y
obreros un aumento del 10 por ciento, mientras dure la actual cotización
del cobre. En provincias apartadas como Cotabambas, la situación de los
mineros es mucho más atrasada y penosa. Los "gamonales" de la región
se encargan del reclutamiento forzoso de los indios, y los salarios son
miserables.
La industria
ha penetrado muy escasamente en la Sierra. Está representada
principalmente por las fábricas de tejidos del Cuzco, donde la
producción de excelentes calidades de lana es el mayor factor de su
desarrollo. El personal de estas fábricas es indígena, salvo la
dirección y los jefes. El indio se ha asimilado perfectamente al
maquinismo. Es un operario atento y sobrio, que el capitalista explota
diestramente. El ambiente feudal de la agricultura se prolonga a estas
fábricas, donde cierto patriarcalismo que usa a los protegidos y
ahijados del amo como instrumentos de sujeción de sus compañeros, se
opone a la formación de conciencia clasista.
En los últimos
años, al estímulo de los precios de las lanas peruanas en los mercados
extranjeros, se ha iniciado un proceso de industrialización de las
haciendas agropecuarias del Sur. Varios hacendados han introducido una
técnica moderna, importando reproductores extranjeros, que han mejorado
el volumen y la calidad de la producción, sacudiéndose del yugo de los
comerciantes intermediarios, estableciendo anexamente en sus estancias
molinos y otras pequeñas plantas industriales. Por lo demás, en la
Sierra, no hay más plantas y cultivos industriales, que los destinados a
la producción de azúcar, chancaca y aguardiente para el consumo
regional.
Para la
explotación de las haciendas de la Costa, donde la población es
insuficiente, se recurre a la mano de obra Indígena serrana en
considerable escala. Por medio de "enganchadores" las grandes haciendas
azucareras y algodoneras, se proveen de los braceros necesarios para sus
labores agrícolas. Estos braceros ganan jornales, aunque ínfimos
siempre, muy: superiores a los que se acostumbran en la Sierra feudal.
Pero, en cambio, sufren las consecuencias de un trabajo extenuante, en
un clima cálido, de una alimentación insuficiente en relación con este
trabajo y del paludismo endémico en los valles de la Costa. El peón
serrano difícilmente escapa al paludismo, que lo obliga a regresar a su
región, muchas veces tuberculoso e incurable. Aunque la agricultura, en
esas haciendas está Industrializada (se trabaja la tierra con métodos y
máquinas modernas y se benefician los productos en "ingenios" o
centrales bien equipados), su ambiente no es el del capitalismo y el
salariado en la industria urbana El hacendado conserva su espíritu y
práctica feudales en el tratamiento de sus trabajadores. No les reconoce
los derechos que la legislación del trabajo establece. En la hacienda no
hay más ley que la del propietario. No se tolera ni sombra de asociación
obrera. Los empleados niegan la entrada a los individuos de quienes, por
algún motivo, desconfía el propietario o el administrador. Durante el
coloniaje, estas haciendas fueron trabajadas con negros esclavos.
Abolida la esclavitud, se trajo coolíes chinos. Y el hacendado clásico
no ha perdido sus hábitos de negrero o de señor feudal.
En la Montaña
o floresta, la agricultura es todavía muy incipiente. Se emplea los
mismos sistemas de "enganche" de braceros de la Sierra; y en cierta
medida se usa los servicios de las tribus salvajes familiarizadas con
los blancos. Pero la Montaña tiene, en cuanto a régimen de trabajo, una
tradición mucho más sombría. En la explotación del caucho, cuando este
producto tenía alto precio, se aplicaron los más bárbaros y criminales
procedimientos esclavistas. Los crímenes del Putumayo, sensacionalmente
denunciados por la prensa extranjera, constituyen la página más negra de
la historia de los "caucheros". Se alega que mucho se exageró y fantaseó
en el extranjero alrededor de estos crímenes, y aunque medió en el
origen del escándalo una tentativa de chantase, pero la ver- dad está
perfectamente documentada por las investigaciones y testimonios de
funcionarios de la justicia peruana como el juez Valcárcel y el fiscal
Paredes que comprobaron los métodos esclavistas y sanguinarios de los
capataces de la casa Araos. Y no hace tres años; un funcionario
ejemplar, el doctor Chuquihuanca Ayulo gran defensor de la raza indígena
-indígena él mismo- fue exonerado de sus funciones de fiscal del
departamento de Madre de Dios a consecuencia de su denuncia dedos
métodos esclavistas de la más poderosa empresa de esa región.
Esta sumaria
descripción de las condiciones económico-sociales de la población
indígena del Perú, establece que al lado de un reducido número de
asalariados mineros y un salariado agrícola aún incipiente, un régimen
de servidumbre; y que en las lejanas regiones de la montaña, se somete,
en frecuentes casos, a los aborígenes a un sistema esclavista.
2. La lucha indígena contra el gamonalismo
Cuando se
habla de la actitud del indio ante sus explotadores, se suscribe
generalmente la impresión de que, envilecido, deprimido, el indio es
incapaz de toda lucha, de toda resistencia. La larga historia de
insurrecciones y asonadas indígenas y de las masacres y represiones
consiguientes, basta por sí sola para desmentir esta impresión. En la
mayoría de los casos las sublevaciones de indios han tenido como origen
una violencia que los ha forzado incidentalmente a la revuelta contra
una autoridad o un hacendado; pero en otros casos no ha tenido este
carácter de motín local. La rebelión ha seguido a una agitación menos
incidental y se ha propagado a una región más o menos extensa. Para
reprimirla, ha habido que apelar a fuerzas considerables y a verdaderas
matanzas. Miles de indios rebeldes han sembrado el pavor en los
"gamonales" de una o más provincias. Una de las sublevaciones que, en
los últimos tiempos, asumió proporciones extraordinarias, fue la
acaudillada por el mayor de ejército Teodomiro Gutiérrez, serrano
mestizo, de fuerte porcentaje de sangre indígena, que se hacia llamar
Rumimaqui y se presentaba como el redentor de su raza. El mayor
Gutiérrez había sido enviado por el gobierno de Billinghurst al
departamento Puno, donde el gamonalismo extremaba sus exacciones, para
efectuar una investigación respecto a las denuncias indígenas e informar
al gobierno. Gutiérrez entró entonces en íntimo contacto con los indios.
Derrocado el Gobierno Billinghurst pensó que toda perspectiva de
reivindicaciones legales había desaparecido y se lanzó a la revuelta. Lo
seguían varios millares de indios, pero, como siempre, desarmados e
indefensos ante las tropas, condenados a la dispersión o a la muerte. A
esta sublevación han seguido las de La Mar y Huancané en 1923
y otras menores, sangrientamente reprimidas todas.
En 1921 se
reunió, con auspicio gubernamental un congreso indígena al que
concurrieron delegaciones de varios grupos de comunidades. El objeto de
estos congresos era formular las reivindicaciones de la raza indígena.
Los delegados pronunciaban, en quechua, enérgicas acusaciones contra los
"gamonales", las autoridades, los curas. Se constituyó un comité
"Pro-Derecho Indígena Tahuantinsuyo". Se realizó un congreso por año
hasta 1924, en que el gobierno persiguió a los elementos revolucionarios
indígenas, intimidó a las delegaciones y desvirtuó el espíritu y objeto
de la asamblea. El congreso de 1923, en el que se votaron conclusiones
inquietantes par el gamonalismo como las que pedían la separación de la
iglesia y el Estado y la derogación de la ley de conscripción vial,
había revelado el peligro de estas conferencias, eh las que dos grupos
de comunidades indígenas de diversas regiones entraban en contacto y
coordinaban su acción. Ese mismo año se había constituido la Federación
Obrera Regional Indígena que pretendía aplicar a la organización de los
indios los principios y métodos del anarco-sindicalismo y que estaba,
por tanto, destinada a no pasar de un ensayo; pero que representaba de
todos modos un franco orientamiento revolucionario de la vanguardia
indígena Desterrados dos de los líderes indios de este movimiento,
intimidados otros, la Federación Obrera Regional Indígena quedó pronto
reducida a solo un nombre. Y en 1927 el gobierno declaró disuelto el
propio Comité Pro-Derecho Indígena Tahuantisuyo, con el pretexto de que
sus dirigentes eran unos meros explotadores de la raza cuya defensa se
atribuían. Este comité no había tenido nunca mas importancia que la
anexa a su participación en los congresos indígenas y estaba compuesto
por elementos que carecían de valor ideológico
y
personal,
y
que
en no pocas ocasiones habían hecho protestas de adhesión a la política
gubernamental, considerándola pro-indigenista; pero para algunos
"gamonales" era todavía un instrumento de agitación, un residuo de los
congresos indígenas. El gobierno, por otra parte, orientaba su política
en el sentido de asociar a las declaraciones pro-indigenistas, a las
promesas de reparto de tierras, etc. una acción resuelta contra toda
agitación de los indios
por
grupos
revolucionarios o susceptibles de influencia revolucionaria.
La penetración
de ideas socialistas, la expresión de reivindicaciones revolucionarias,
entre los indígenas, han continuado a pesar de esas vicisitudes. En 1927
se constituyó en el Cuzco un grupo de acción pro-indígena llamado "Grupo
Resurgimiento". Lo componían algunos intelectuales y artistas, junto con
algunos obreros cuzqueños. Este grupo publicó un manifiesto que
denunciaba los crímenes del gamonalismo. (Véase Amauta Nº 6). A poco de
su constitución uno de sus principales dirigentes, el doctor Luis E.
Valcárcel, fue apresado en Arequipa. Su prisión no duró sino algunos
días; pero, en tanto, el Grupo Resurgimiento era definitivamente
disuelto por las autoridades del Cuzco.
3. Conclusiones sobre el problema indígena y las tareas
que impone
El problema
indígena se identifica con el problema de la tierra. La ignorancia, el
atraso y la miseria de los indígenas no son, repetimos, sino la
consecuencia de su servidumbre. El latifundio feudal mantiene la
explotación y la dominación absolutas de las masas indígenas por la
clase propietaria. La lucha de los indios contra los "gamonales" ha
estribado invariablemente en la defensa de sus tierras contra la
absorción y el despojo. Existe, por tanto, una instintiva y profunda
reivindicación indígena: la reivindicación de la tierra. Dar un carácter
organizado, sistemático, definido, a esta reivindicación es la tarea que
tenemos el deber de realizar activamente.
Las
"comunidades” que han demostrado bajo la opresión más dura condiciones
de resistencia y persistencia realmente asombrosas, representan en el
Perú un factor natural de socialización de la tierra. El indio tiene
arraigados hábitos de cooperación: Aún cuando de la propiedad
comunitaria se pasa a la apropiación individual y no sólo en la Sierra
sino también en la Costa, donde un mayor mestizaje actúa contra las
costumbres indígenas; la cooperación se mantiene; las labores pesadas se
hacen en común. La “comunidad" puede transformarse en cooperativa, con
mínimo esfuerzo. La adjudicación a las "comunidades" de las tierras de
los latifundios, es en la Sierra la solución que reclama el problema
agrario. En la Costa, donde la propiedad es igualmente omnipotente, pero
donde la propiedad comunitaria ha desaparecido, se tiende
inevitablemente a la individualización de la propiedad del suelo. Los "yanaconas",
especie de aparceros duramente explotados, deben ser ayudados en sus
luchas contra los propietarios. La reivindicación natural de estos "yanaconas"
es la del suelo que trabajan. En las haciendas explotadas directamente
por sus propietarios, por medio de peonadas, reclutadas en parte en la
Sierra, y a las que en esta parte falta vinculo con el suelo; los
términos de la lucha son distintos. Las reivindicaciones por las que hay
que trabajar son: libertad de organización, supresión del "enganche",
aumento de los salarios, jornada de ocho horas, cumplimiento de las
leyes de protección del trabajo. Sólo cuando el peón de hacienda haya
conquistado estas cosas, estará en la vía de su emancipación definitiva.
Es muy difícil
que la propaganda sindical penetre en las haciendas. Cada hacienda es,
en la Costa, como en la Sierra; un feudo. Ninguna asociación que no
acepte el patronato y tutela de los propietarios y de la administración,
es tolerada; y en este caso sólo se encuentran las asociaciones de
deporte o recreo. Pero con el aumento del trafico automovilístico se
abre poco a poco una brecha en las barreras que cerraban antes la
hacienda a toda propaganda. De ahí la importancia que la organización y
movilización activa de los obreros del transporte tiene en el desarrollo
del movimiento clasista en el Perú.
Cuando las
peonadas de las haciendas, sepan que cuentan con la solidaridad
fraternal de los sindicatos y comprendan el valor de éstos, fácilmente
se despertará en ellas la voluntad de lucha que hoy les falta y de que
han dado pruebas más de una vez. Los núcleos de adherentes al trabajo
sindical que se constituyan gradualmente en las haciendas, tendrán la
función de explicar a las masas sus derechos, de defender sus intereses,
de representarlos de hecho en cualquier reclamación y de aprovechar la
primera oportunidad de dar forma a su organización, dentro de lo que
las circunstancias consientan.
Para la
progresiva educación ideológica de las masas indígenas, la vanguardia
obrera dispone de aquellos elementos militantes de raza india que, en
las minas o los centros urbanos, particularmente en los últimos, entran
en contacto con el movimiento sindical y político. Se asimilan sus
principios y se capacitan para jugar un rol en la emancipación de su
raza. Es frecuente que obreros procedentes del medio indígena, regresen
temporal o definitivamente a éste. El idioma les permite cumplir
eficazmente una misión de instructores de sus hermanos de raza y de
clase. Los indios campesinos no entenderán de veras sino a individuos de
su seno que les hablen su propio idioma. Del blanco, del mestizo,
desconfiarán siempre; y el blanco y el mestizo a su vez, muy,
difícilmente se impondrán el arduo trabajo de llegar al medio indígena y
de llevar a él la propaganda clasista.
Los métodos de
autoeducación, la lectura regular de los órganos del movimiento
sindical y revolucionario de América Latina, de sus opúsculos, etc., la
correspondencia con los compañeros de los centros urbanos, serán los
medios de que estos elementos llenen con éxito su misión educadora.
La
coordinación de las comunidades de indígenas por regiones, el socorro
de los que sufren persecuciones de la justicia o la policía (los
"gamonales" procesan por delitos comunes a los indígenas que les
resisten o a quienes quieren despojar), la defensa de la propiedad
comunitaria, la organización de pequeñas bibliotecas y centros de
estudios, son actividades en las que los adherentes indígenas a nuestro
movimiento deben tener siempre actuación principal y dirigente, con el
doble objeto de, dar a la orientación y educación clasista de los
indígenas directivas serias y de evitar la influencia de elementos
desorientadores (anarquistas, demagogos, reformistas, etc.).
En el Perú, la
organización y educación del proletariado minero es con la del
proletariado agrícola una de las cuestiones que inmediatamente se
plantean. Los centros mineros, el principal de los cuales (La Oroya)
está en vías de convertirse en la más importante central de beneficio en
Sud-América, constituyen puntos donde ventajosamente puede operar la
propaganda clasista. Aparte de representar en si mismos importantes
concentraciones proletarias con las condiciones anexas al salariado,
acercan a los braceros indígenas a obreros industriales, a trabajadores
procedentes
de las
ciudades, que llevan a esos centros su espíritu y principios clasistas.
Los indígenas de las minas, en buena parte continúan siendo campesinos,
de modo que el adherente que se gane entre ellos es un elemento ganado
también en la clase campesina. La labor, en todos sus aspectos, será difícil; pero su progreso dependerá fundamentalmente de la capacidad de los elementos que la realicen y de su apreciación precisa y concreta de las condiciones objetivas de la cuestión indígena. El problema no es racial, sino social y económico; pero la raza tiene su rol en él y en los medios de afrontarlo. Por ejemplo, en cuanto sólo militantes salidos del medio indígena pueden, por la mentalidad y el idioma, conseguir un ascendiente eficaz e inmediato sobre sus compañeros.
Una conciencia
revolucionaria indígena tardará quizás en formarse; pero una vez que el
indio haya hecho suya la idea socialista, le servirá con una disciplina,
una tenacidad y una fuerza, en la que pocos proletarios de otros medios
podrán aventajarlo.
El realismo de
una poli tica revolucionaria, segura y precisa, en la apreciación y
utilización de los hechos sobre los cuales toca actuar en estos países,
en que la población indígena o negra tiene proporciones y rol
importantes, puede y debe convertir el factor raza en un factor
revolucionario. Es imprescindible dar al movimiento del proletariado
indígena o negro, agrícola e industrial, un carácter neto de lucha de
clases. Hay que dar a las poblaciones indígenas o negras esclavizadas
-dijo un compañero del Brasil- la certidumbre de que solamente un
gobierno de obreros y campesinos de todas las razas que habitan el
territorio, los emancipará verdaderamente, ya que éste solamente podrá
extinguir el régimen de los latifundios y el régimen industrial
capitalista y librarlos definitivamente de la opresión imperialista".
II. IMPORTANCIA DEL PROBLEMA RACIAL
El problema de
las razas no es común a todos los países de América Latina, ni presenta
en todos los que lo sufren, las mismas proporciones y caracteres..
Mientras en
algunos países tiene reducida importancia o una localización regional
que hacen que no influya apreciablemente en el proceso social económico,
en otros países e problema racial se plantea en forma terminante.
Veamos la
distribución geográfica y las principales características de los tres
grandes grupos raciales de América Latina.
1. Indios incásicos y aztecas
Los indios
"incásicos" ocupan, casi sin solución de continuidad, formando
conglomerados bastante compactos, un vasto territorio que se extiende en
varios estados.
Estos indios,
en su mayoría "serranos", ocupan principalmente regiones andinas en la
"sierra" o en las grandes mesetas, extendiéndose en la sierra del Perú,
del Ecuador, del Norte de Chile, en Bolivia, en algunos territorios del
Norte de la Argentina.
La economía de
estos indios está prevalentamente ligada a la tierra que ellos cultivan
desde tiempos inmemoriales.
Viven en un
clima frío y son prolíficos: las destrucciones intensas de la época
colonial y el extenso mestizaje que había mermado enormemente su número,
no han podido impedir que se volviera a producir un considerable aumento
de la población, que sigue boy día a pesar de la explotación a que están
sometidas.
Hablan idiomas
propios, ricos y matizados, afines entre ellos, siendo los principales
el Quechua y el Aymara.
Su
civilización tuvo épocas de esplendor notables. Hoy día conserva
residuos importantes de aptitudes pictóricas, plásticas y musicales.
Estos indios,
principalmente en el Perú y Bolivia donde constituyen del 60 al 70 por
ciento de la población, en Ecuador y en Chile, donde también forman
masas importantes, están en la base de la producción y de la explotación
capitalista y dan lugar, por lo tanto, a un problema de fundamental
importancia.
En Perú,
Ecuador y. Chile y parte de Bolivia, donde están ligados a la
agricultura y ganadería, sus reivindicaciones son principalmente de
carácter agrario. En Bolivia y algunas regiones de la sierra del Perú, donde son principalmente explotados en las minas, tienen derecho a la conquista de las reivindicaciones proletarias.
En todos los
países de este grupo, el factor raza se complica con el factor clase, en
forma que una política revolucionaria no puede dejar de tener en cuenta.
El indio Quechua y Aymará, ve su opresor en el "'misti", en el blanco. Y
en el mestizo, únicamente la conciencia de clase es capaz de destruir el
hábito del desprecio, de la repugnancia por el indio. No es raro
encontrar entre los propios elementos de la ciudad que se proclaman
revolucionarios, el prejuicio de la inferioridad del indio y la
resistencia a reconocer este prejuicio como una simple herencia o
contagio mental del ambiente.
La barrera del
idioma se interpone entre las masas campesinas indias y los núcleos
obreros revolucionarios de raza blanca o mestiza. El soldado es,
generalmente, indio y una parte de la confianza que tiene la clase
explotadora en el ejército, como sostén en la lucha social, nace de que
sabe al soldado indio más o menos insensible al llamado de la
solidaridad de clase, cuando se le emplea contra las muchedumbres
mestizas y urbanas.
Pero, a través
de propagandistas indios, la doctrina socialista, por la naturaleza de
sus reivindicaciones, arraigará prontamente en las masas indígenas.
Un escritor
pseudo pacifista burgués, Luis Guilaine, que considera al estrato indio
en la América Latina como las masas de las que nacerá el impulso que
podrá derrocar al imperialismo yanqui, agrega: "La propaganda
bolchevista, presente en todas partes, los ha más o menos alcanzado y
ellos les son accesibles por una propensión atávica, ya que el principio
comunista principalmente ha sido la base de la organización social del
imperio de los Incas" (L'Amerique Latine et I'imperialisme americain,
pág. 206, Paris, 1928). La miopía intelectual que caracteriza a los
nacionalistas franceses, cuando tratan de imponer su propio imperialismo
al norteamericano, parece disiparse basta permitirles divisar un hecho
tan evidente, ¿Seria posible que nosotros dejáramos de reconocer el rol
que los factores raciales indios han de representar en la próxima etapa
revolucionaria de América Latina?
Lo que hasta
ahora ha faltado es la preparación sistemática de propagandistas
indios. El indio alfabeto, al que la ciudad corrompe, se convierte
regularmente en un auxiliar de los explotadores de su raza. Pero en la
ciudad, en el ambiente obrero revolucionario, el indio empieza ya a
asimilar la idea revolucionaria, a apto piarse de ella, a entender su
valor como instrumento de emancipación de esta rara oprimida por la
misma clase que explota en-la fábrica al obrero, en el que descubre un
hermano de clase. Los indios del "Grupo Azteca" ocupan gran parte de México y de Guatemala, donde constituyen gran mayoría de la población. Su evolución histórica y su alta civilización son bastante conocidas. Su economía y sus características, así como su importancia social y su rol actual, son análogos a las de los indios "incásicos". Su importancia en un sentido "puramente racial" es negada por el delegado de México, quien afirma "no existir un problema del indio en México (salvo en el Estado de Yucatán), sino existir la lucha de clases".
2. Indígenas (selvícolas)
Estos
indígenas, que reciben frecuentemente el nombre de "salvajes", son
étnicamente muy diferentes de los que anteceden.
Están
distribuidos casi exclusivamente en las regiones forestales y fluviales
del continente, de clima cálido, particularmente en algunos estados de
Centro América, en Colombia (Chibchas) y Venezuela (Muyscas). En las
Guayanas, en la región amazónica del. Perú llamada "Montaña" (Campa), en
el Brasil y Paraguay (Guaraní, en Argentina y Uruguay (Charrúas).
Su
diseminación, por pequeños grupos, en las inmensa regiones selvosas, y
en su nomadismo ligado a las necesidades de la caza y de la pesca,
desconociendo casi la agricultura, son caracteres netamente opuestos a
los de los indios incásicos.
Su
civilización antigua no alcanzó probablemente, sino un nivel muy bajo,
Sus idiomas y dialectos numerosos; en general pobres en términos
abstractos, su tendencia a la destrucción numérica de la raza; también
son caracteres opuestos a los de los indios Incásicos.
Su identidad
con respecto a la población es, en general, de reducida importancia; sus
contactos con la "civilización" y su rol en la estructura económica de
cada país muy escaso cuando no inexistente Donde la colonización Ibérica
no los a destruido directamente, la raza en estado puro ha sufrido
reducciones decisivas por obra del mestizaje intenso, como especialmente
sucedió en. Colombia, donde se cuenta el 2 por ciento de indígena puros
y el 89 por ciento de mestizos; como sucedió en el Brasil,
donde los
indígenas "selvícolas" constituyen poco más del 1 por ciento al lado de
un 60 por ciento de "mamelucos" o mestizos.
En el Brasil,
los términos actuales del problema indio y su importancia han sido
evaluados y expuestos, por el delegado de ese país, en los siguientes
términos: “En el Brasil el Indio no soportó la esclavitud a la que los
colonizadores quisieron someterlo y no se adaptó a las labores
agrícolas. Hubiera vivido siempre de la caza y de la pesca. Sus nociones
de agricultura eran reducidísimas. Le era imposible fijarse en un solo
punto de la tierra de un día a otro, desde que el nomadismo fuera hasta
entonces el rasgo predominante de su carácter. Los jefes de las "bandeiras"
comprendieron esto y pasaron a atacar de preferencia, en el siglo XVII,
las "reducciones" de los jesuitas, la que se componían de indios mansos,
aclimatados hasta cierto punto a los trabajos de la minería y de la
agricultura bajo el influjo de métodos diferentes como la sugestión
religiosa. Pero las luchas eran encarnizadas por demás y la travesía de
los "sertones" con los indios reclutados a la faena resultaba
dificilísima y penosa, lo que acarreaba casi siempre el desperdicio de
la mayor parte de la carga humana arrastrada por los “bandeirantes". Los
que llegaban vivos al Litoral, caían en poco tiempo bajo el peso de los
arduos trabajos a que los sometían. Los que escapaban de las garras del
conquistador, se internaban en las florestas lejanas.
"No hay
cálculos exactos, o siquiera aproximados, dignos de fe, sobre la
población Indígena del Brasil, sobre la época del descubrimiento. Se
puede afirmar, mientras, sin temor a errar, que por lo menos dos tercios
de la población ha desaparecido hasta llegar a nuestros días, ya sea por
el cruzamiento con los blancos, ya sea por la mortandad que hacían entre
nativos los colonizadores, en su afán de conquistar esclavos y abrir
caminos para las minas del interior. Según una apreciación optimista del
General Cándido Rondón, Jefe del Servicio de Protección a los Indios,
existen actualmente en el país cerca de 500,000 selvícolas (Indios).
Estos viven en tribus poca numerosas, enteramente segregados de la
civilización del Litoral y penetran cada vez más en la floresta, a
medida que los latifundistas van extendiendo sus dominios hasta las
tierras ocupadas por aquéllas.
"Hay una
institución oficial que protege teóricamente a los Indígenas. Pero es en
vano que se trate de encontrar en la repartición central algún informe
sobre trabajos prácticos realizados por dicho Instituto. Este no ha
publicado, hasta hoy, un solo informe concreto sobre sus actividades.
"En el Brasil,
los pocos millares de indios que conservan sus costumbres y tradiciones,
viven aislados del proletariado urbano, siendo imposible su contacto en
nuestros días con la vanguardia proletaria y su consecuente
incorporación al movimiento revolucionario de las masas proletarias"
Creo que para
muchos de los países de América Latina que incluyen escasos grupos de
indios "selvícolas", el problema presenta, aproximadamente, el mismo
aspecto que en el Brasil.
Para otros
países, en los que los indígenas "selvícolas" constituyen un porcentaje
más elevado dentro de la población, y, sobre todo, están incluidos en
el proceso de la economía nacional, generalmente agrícola, como en
Paraguay, en las Guayanas y otros, el problema presenta los mismos
aspectos que ofrecen los indios aztecas o los incásicos en México, en el
Perú, y en los otros países o regiones del mismo grupo, aspectos ya
apuntados en su entidad y rasgos especiales.
3. Los negros
Además de las
dos razas indígenas, se encuentra en proporciones notables en la
América Latina, la raza negra.
Los países
donde predomina son: Cuba, grupo antillano y Brasil. Mientras la mayoría de los indios está ligada a la agricultura, los negros en general se encuentran trabajando preferentemente en las industrias. En cualquier caso, están en la base de la producción y de la explotación.
El negro,
importado por los colonizadores, no tiene arraigo a la tierra como el
indio, casi no posee tradiciones propias, le falta idioma propio,
hablando el castellano o el portugués o el francés o el inglés.
En Cuba, los
negros constituyen porcentaje sumamente elevado de la población, así
como en muchos de los países antillanos, están con frecuencia
distribuidos en todas las clases sociales, e integran también, aunque en
número escaso, las clases explotadoras; esto se observa más
acentuadamente en Haití y Santo Domingo, cuyas burguesías son casi
exclusivamente negras, especialmente en el primer país.
En el Brasil,
el negro puro es relativamente escaso, pero los negro-mulatos, que
constituyen un 30 por ciento de la población, son numerosos en todo el
litoral y se encuentran especialmente concentrados en algunas regiones,
como en Pará. Los mulatos "claros" también son muy numerosos. He aquí lo
que refiere al respecto el compañero delegado del Brasil:
"Gran parte de
la población del litoral brasileño, está compuesta por mulatos; el tipo
del negro puro, es, hoy, muy raro. El cruzamiento se hace cada día más
intensamente, produciendo tipos cada vez más claros desde que no vienen
al país desde cerca de medie siglo inmigrantes negros.
"El
preconcepto contra el negro asume reducidas proporciones. En el seno del
proletariado, éste no existe. En la burguesía, en ciertas capas de la
pequeña burguesía, este mal se deja percibir. Se traduce en el hecho de
que, en esas esferas, se ve con simpatía la influencia del indio en las
costumbres del país, y con cierta mala voluntad, la influencia del
negro. Tal actitud no proviene, entre tanto, de un verdadero odio de
razas, como en los Estados Unidos, sino del hecho de que, en el
extranjero, muchas veces se refieren al país llamándolo con una evidente
intención peyorativa, "país de negros". Esto viene a excitar la vanidad
patriótica del pequeño burgués, que protesta, esforzándose en demostrar
lo contrario. Pero es común ver a ese mismo pequeño burgués, en fiestas
nacionales, exaltando el valor de sus ascendientes africanos.
"Se debe
anotar aún, que hay innumerables negros y mulatos ocupando cargos de
relieve en el seno de la burguesía nacional.
"Se deduce de
allí que no se podrá hablar en rigor, en el Brasil, de preconceptos de
razas. Es claro que el Partido debe combatirlo en cualquier
circunstancia siempre que él aparezca. Pero es necesaria una acción
permanente y sistemática por cuanto muy raramente se manifiesta.
"La situación
de los negros, en el Brasil, no es de naturaleza tal como para exigir
que nuestro Partido organice campañas reivindicatorias para los negros,
con palabras de orden especiales".
En general,
para los países en que influyen grandes masas de negros, su situación es
un factor social y económico importante. En su rol de explotados, nunca
están aislados, sino que se encuentran al lado de los explotados de
otros colores. Para todos se plantean las reivindicaciones propias de su
clase.
4. Conclusiones
En la América
Latina, que encierra más de 100 millones de habitantes, la mayoría de la
población está constituida por indígenas y negros. Pero hay más: ¿Cuál
es la categoría social y económica de éstos? Los indígenas y negros
están en su gran mayoría, incluidos en la clase de obreros y campesinos
explotados, y forman la casi totalidad de la misma.
Esta última
circunstancia sería suficiente para poner en plena luz toda la
importancia de las razas en la América latina, como factor
revolucionario. Pero hay otras particularidades que se imponen frente a
nuestra consideración.
Las razas
aludidas se encuentran presentes en todos los Estados y constituyen una
inmensa capa que con su doble carácter común, racial y de explotados,
está extendida en toda América Latina, sin tener en cuenta las fronteras
artificiales mantenidas por las burguesías nacionales y los
imperialistas.
Los negros,
que son afines entre sí por la raza; los indios, que son afines entre sí
por la raza, la cultura y el idioma, el apego a la tierra común; los
indios y negros que son en común, y por igual, objeto, de la explotación
más intensa, constituyen por estas múltiples razones, masas inmensas
que, unidas a los proletarios y campesinos explotados, mestizos y
blancos, tendrán por necesidad que insurgir revolucionariamente contra
sus exiguas burguesías nacionales y el imperialismo monstruosamente
parasitario, para arrollarlos, cimentando la conciencia de clase, y
establecer en la América Latina el gobierno de obreros y campesinos.
III. POLÍTICA COLONIAL BURGUESA E IMPERIALISTA FRENTE
A LAS RAZAS
Para el
imperialismo yanqui e inglés, el valor económico de estas tierras sería
mucho menor si con sus riquezas naturales, no poseyesen una población
indígena atrasada y miserable, a la que con el concurso de las
burguesías nacionales, es posible explotar extremadamente. La historia
de la industria azucarera peruana, actualmente en crisis, demuestra qué
sus utilidades han reposado, ante todo, en la baratura de la mano de
obra, esto es, en la miseria de los braceros. Técnicamente esta
industria no ha estado en época alguna en condiciones de competir con
los otros países en el mercado mundial. La distancia de los mercados de
consumo gravaba con elevados fletes su exportación. Pero todas estas
desventajas eran compensadas largamente por la baratura de la mano de
obra. El trabajo de esclavizadas masas campesinas, albergadas en
repugnantes "rancherías", privadas de toda libertad y derecho,
sometidas a una jornada abrumadora, colocaba a los azucareros peruanos
en condiciones de competir con los que, en otros países, cultivaban
mejor sus tierras o estaban protegidos por una tarifa proteccionista o
más ventajosamente situados desde el punto de vista geográfico. El
capitalismo extranjero se sirve de la clase feudal para explotar en su
provecho estas masas campesinas; mas, a veces, la incapacidad de estos
latifundistas herederos de los prejuicios, soberbia y arbitrariedad
medievales, para llenar la función de jefes de empresas capitalistas,
es tal, que aquél se ve obligado a tomar en sus propias manos la
administración de latifundios y centrales. Esto es lo que ocurre,
particularmente en la industria azucarera, monopolizada casi
completamente en el valle Chicama por una empresa inglesa y una empresa
alemana.
Partiendo del
concepto de la "inferioridad" de la raza, para llevar a cabo una
explotación intensa, los poderes coloniales han buscado una serie de
pretextos jurídicos y religiosos para legitimar su actitud.
Demasiado
conocida es la tesis del Papa Alejandro VI, quien, como representante de
Dios en la tierra, dividía entre los reyes católicos de España y
Portugal, el poderío de la América Latina, con la condición de que se
erigieran en tutores de la raza indígena. Estos indígenas, en su
calidad de "idólatras", no podían gozar de los mismos derechos que los
leales súbditos de las majestades católicas. Por otro lado, no era
posible sancionar "de derecho" la fórmula anticristiana de la
esclavitud. Surgió entonces la fórmula hipócrita del tutelaje con una
de sus expresiones económicas, entre las más representativas, que fue
la "encomienda". Los españoles más aptos fueron elegidos "encomenderos"
de distintos territorios que comprendían numerosa población india. Su
misión era doble. En el orden espiritual, debían convertir de todos
modos los indios a la fe católica; los medios de persuasión le eran
facilitados cada vez que fuera necesarios, por los doctrineros. En el
orden temporal, la tarea era más sencilla todavía; cada “encomienda"
debía proporcionar a la corona un tributo correspondiente, sin perjuicio
de que el encomendero sacara también para sí la cantidad que creyera
conveniente. Mas adelante veremos las características específicas de las
"encomiendas" y el proceso por el que constituyeron un método legal de
expoliación de las tierras de los indígenas, echando los fundamentos de
la propiedad colonial y semi-feudal que subsiste hasta la actualidad.
Es necesario
subrayar aquí, en este mismo proceso, un factor importante de
sometimiento de las poblaciones aborígenes al poderío económico y
político de los invasores. La raza invasora que apareció protegida por
armadura casi invulnerable, montada de manera maravillosa sobre animales
desconocidos, los caballos, combatiendo con armas que arrojaban fuego;
esta raza que derribó, en pocas decenas de años, y luego sometió
rápidamente, un inmenso imperio como el incaico o numerosas tribus como
la de los indios selvícolas brasileños; uruguayos, paraguayos, tenía
lógicamente un gran ascendiente para imponer sus dioses y su culto sobre
las ruinas de los templos incaicos, sobre los vencidos mitos de la
religión del sol y del fetichismo antropomórfico de los demás indios.
No descuidaron
los invasores el desprestigio que las armas habían dado a la cruz y
rápidamente procedieron a encadenar las conciencias, al mismo tiempo que
esclavizaban los cuerpos. Esto facilitaba enormemente el sometimiento
económico, objeto primordial de los súbditos católicos. En este proceso
es interesante apuntar los resultados obtenidos por los invasores. Donde
el dominio ciego y brutal no lograba sino diezmar a los aborígenes en
forma alarmante para la producción, bajaba el rendimiento de ésta, hasta
el punto de requerir la importación de la raza africana, especialmente
para el trabajo de las minas, raza que, por otra parte, resultó inepta
para esa labor. Donde la penetración llevada a cabo en forma más sagaz y
fomenta por la decidida protección de la corona, miraba en adueñarse de
las conciencias, las congregaciones religiosas lograron establecer
plantaciones florecientes hasta en el corazón de las selvas, donde, si
el indio no dejaba de ser explotado igualmente en beneficio de los
invasores, la producción se elevaba y acrecentaba cada vez más el monto
de los beneficios. El ejemplo histórico de las colonias jesuitas en el
Brasil, Paraguay, así como de las colonias que otras congregaciones
religiosas establecieron en las selvas del Perú, es bastante
demostrativo a este respecto. Hoy día, el influjo religioso no deja de
ser un factor importante de sometimiento de los indios a las
"autoridades" civiles y religiosas con la diferencia de que la torpeza
de éstas, habiéndola hoy día elevado al campo del robo descarado, de las
puniciones corporales, de los comercios más vergonzosos, ha logrado dar
inicio a un sentimiento de repulsión para el cura, además que para el
juez, sentimiento que se hace cada día más evidente y que ha estallado
más de une vez en revuelta sangrientas.
Un gran sector
de los curas, aliados a las burguesías nacionales, sigue empleando sus
armas, basado en el fanatismo religioso que varios siglos de propaganda
han logrado hacer arraigar en los espíritus sencillos de los indios.
Sólo una conciencia de clase, sólo el "mito" revolucionario con su
profunda raigambre económica, y no una infecunda propaganda
anticlerical, lograrán substituir los mitos artificiales impuestos por
la “civilización” de los invasores y mantenidos por las clases
burguesas, herederas de su poder.
El
imperialismo inicia a su vez, en la América Latina, una tentativa para
dar también en este sentido una base sólida y más amplia a su poderlo
nefasto. Las misiones metodistas y anglicanas, los centros deportivos
moralizadores de la Y.M.C.A., han logrado penetrar hasta en las sierras
del Perú y de Bolivia, pero con éxito absolutamente despreciable y sin
posibilidad de extender su acción. Un enemigo encarnizado que esa
penetración encuentra, es el mismo cura de aldea; quien ve de manera
peligrosa mermar su influencia espiritual y los consecuentes réditos
pecuniarios. Hubo casos en que el cura aldeano logró obtener el apoyo de
las autoridades civiles y desterrar definitivamente a la misión
protestante “anti-católica”.
Otros factores
ligados al carácter Social de los explotados han sido empleados por el
coloniaje y continuados por un gran sector de la burguesía y el
imperialismo. El desprecio pata el indio y el negro ha sido inoculado
por el blanco, con todos los medios, al mestizo. No es infrecuente notar
esta misma actitud en mestizos cuyo origen indio es demasiado evidente y
cuyo porcentaje de sangre blanca se hace difícil reconocer. Este
desprecio que se ha tratado de fomentar dentro de la misma-clase
trabajadora, crece considerablemente a medida que el mestizo ocupa
grados más elevados respecto a las últimas capas del proletariado
explotado, sin que por eso disminuya la honda barrera que los separa del
patrón blanco.
Con iguales
fines, la feudalidad y la burguesía han alimentado entre los negros un
sentimiento de honda animadversión para los indios, facilitado, como ya
hemos dicho, por el rol que pasó a llenar el negro en los países de
escasa población india; de artesano, de doméstico, de vigilante, siempre
al lado de los patrones, gozando de cierta familiaridad que le confería
el "derecho" a despreciar todo lo que su patrón despreciaba.
Otra ocasión
que los explotadores nunca han despreciado, es la de crear rivalidades
entre grupos de una misma raza. El imperialismo americano nos da un
durísimo ejemplo de
esta
táctica,
en la rivalidad que logró crear entre los negros residentes en Cuba y
los que allí vienen periódicamente de Haití y de Jamaica para trabajar,
impelidos por las duras condiciones de su país de procedencia.
Tampoco
algunos sectores intelectuales identificados con la burguesía, han
dejado de buscar más armas para denigrar a los indios hasta negando
veracidad a los caracteres más salientes de su proceso histórico.
No faltando
quien se dedicara a escribir trabajos pseudo-históricos, para tratar de
demostrar que no se puede hablar de estructuras comunitarias entre los
indios incaicos. Esta gente, desde luego, desmentida en forma probativa
por la gran mayoría de análogos sectores burgueses, pretendía cerrar los
ojos a la existencia de millares de comunidades en Perú, Bolivia, Chile,
en las que siguen viviendo millones de indios, después del
derrumbamiento del orden público, dentro del que estaban encuadradas,
después de tres siglos de coloniaje, después de un siglo de expoliación
feudal burguesa y eclesiástica. La tarea de pulverizar estas tesis
absurdas, llenada en gran parte por la misma crítica burguesa, será
tomada a su cargo por la naciente crítica marxista de este problema, de
cuyos estudios históricos ya tenemos luminosos signas en la América
latina.
Más adelante
detallaré los principales caracteres que tuvo y tiene el colectivismo
primitivo en los indios incásicos.
Mas es mi
deber señalar aquí, que una de las tareas más urgentes de nuestros
Partidos, es la de la revisión inmediata de todos los datos históricos
actuales acumulados por la crítica feudal y burguesa, elaborados en su
provecho por los departamentos de estadística de los estados
capitalistas, y ofrecidos a nuestra consideración en toda su deformación
impidiendo considerar exactamente los valores que encierran las razas
aborígenes primitivas.
Sólo el
conocimiento de la realidad concreta, adquirido a través de la labor y
de la elaboración de todos los Partidos Comunistas, puede darnos una
base sólida para sentar condiciones sobre lo existente, permitiendo
trazar las directivas de acuerdo con lo real. Nuestra investigación de
carácter histórico es útil, pero más que todo debemos controlar el
estado actual y sentimental, sondear la orientación de su pensamiento
colectivo, evaluar sus fuerzas de expansión y de resistencia; todo esto,
lo sabemos, está condicionado por los antecedentes históricos, por un
lado, pero, principalmente, por sus condiciones económicas actuales.
Estas son las que debemos conocer en todos sus detalles. La vida del
indio, las condiciones de su explotación, las posibilidades de lucha por
su parte, los medios más prácticos para la penetración entre ellos de la
vanguardia del proletariado, la forma más apta en que ellos puedan
constituir su organización; he aquí los puntos fundamentales, cuyo
conocimiento debemos perseguir para llenar acertadamente el cometido
histórico que cada Partido debe desenvolver.
La lucha de
clases, realidad primordial que reconocen nuestros partidos, reviste
indudablemente características especiales cuando la inmensa mayoría de
los explotados está constituida por una raza, y los explotadores
pertenecen casi exclusivamente a otra.
He tratado de
demostrar algunos de los problemas esencialmente raciales que el
capitalismo y el imperialismo agudizan, algunas de las debilidades,
también, debido al atraso cultural de las razas, que el capitalismo
explota en su exclusivo beneficio.
Cuando sobre
los hombros de una clase productora, pesa la más dura opresión
económica, se agrega aún el desprecio y el odio de que es víctima como
raza, no falta más que una comprensión sencilla y clara de la situación,
para que esta masa se levante como un solo hombre y arroje todas las
formas de explotación.
IV. DESARROLLO ECONOMICO POLITICO INDIGENA DESDE LA
EPOCA INCAICA HASTA LA ACTUALIDAD
Las
comunidades
Antes de
examinar cuál es el estado económico social de las poblaciones indígenas
y en qué forma existe la institución más caracterizada de su
civilización, las "comunidades", creo útil trazar un breve bosquejo de
su formación y de su desarrollo histórico y tratar de investigar las
causas de su subsistencia y persistencia dentro y contra estructuras
económicas sociales antagónicas.
Anteriormente
a la vasta organización del Imperio Incaico, existió entre las
poblaciones aborígenes que ocupaban el inmenso territorio, un régimen de
comunismo agrario.
Desde que las
tribus primitivas pasaron del nomadismo a la residencia fija, en la
tierra, dando origen a la agricultura, se constituyó un régimen de
propiedad y usufructo colectivos de la tierra, organizado por grupos que
constituyeron las primeras "comunidades", estableciéndose la costumbre
del reparto de la tierra según las necesidades de la labranza.
El imperio
incaico de los quechuas, al formarse y extenderse progresivamente, ya
sea por intermedio de la guerra, ya sea por anexiones pacíficas,
encontró en todas partes este orden económico existente. Sólo
necesidades administrativas y políticas, tendientes a reforzar el poder
del control central en el vasto imperio, impulsaron al gobierno de los
Incas a organizar en forma especial ese régimen comunista que funcionaba
desde un tiempo muy lejano en todo el territorio del imperio.
El poder
económico y político del Estado, en el imperio incaico, residía en el
Inca, pues su régimen de gobierno era centralista Todas las riquezas,
como las minas, las tierras, el ganado, le pertenecían. La propiedad
privada era desconocida. Las tierras se dividían en tres partes: una al
Sol, una al Inca y una al Pueblo. Todas las tierras eran
cultivadas por el Pueblo. De preferencia se atendía a las tierras del
Sol. Luego la de los ancianos, viudas, huérfanos y de los soldados que
se hallaban en servicio activo. Después es el pueblo que cultivaba sus
propias tierras, y tenía la obligación de ayudar al vecino.
Tras esto se
cultivaban las tierras del Inca. Así como fue repartida la tierra, se
repartió toda clase de riquezas, minas, ganados, etc. Es de advertir que
el estado incaico no conocía el dinero. Una disposición muy sabia
determinaba que todo déficit en las contribuciones del Inca se pudiese
cubrir con lo que encerraba el granero del Sol. La economía del gobierno
producía sobrantes. Estos se destinaban a los almacenes, que en la época
de escasez, eran proporcionados a los individuos sumidos en la miseria
por sus enfermedades o por sus desgracias. Así se establece que gran
parte de las rentas del Inca, volvían después, por uno u otro concepto,
a las manos del pueblo. Las tierras eran repartidas en lotes que se
entregaban anualmente: por cada miembro de familia de ambos sexos se
agregaba una porción igual. Nadie podía enajenar las tierras ni aumentar
sus posesiones. Cuando alguien moría, la tierra volvía al inca. Estos
repartos se hacían todos los años, a fin de tener siempre presente, a la
vista del pueblo, que aquellas tierras pertenecían únicamente al Inca,
el cual podía entregarlas al pueblo en la forma indicada.
Hay quien
sostiene que anteriormente al imperio, en algunas regiones, se iban
manifestando en las reparticiones periódicas, una insistencia a
persistir en la atribución del mismo lote de terreno a la misma familia,
tendencia cuya propagación fue impedida por la autoridad teocrática del
Inca, pero que logró desaparecer durante el imperio, dando lugar hasta a
la división del lote a la muerte del padre, entre los hijos, sin que
esto significara propiedad individual (puesto que falta el derecho de
testar libremente y la facultad de enajenar), pero sí, propiedad
familiar, germen de la propiedad individual: a esto, según historiadores
ecuatorianos, ya hubieron llegado algunos indios de ese territorio, en
la época de la conquista.
Asimismo, se
quiere acentuar por parte de algunos escritores el carácter de la
naciente feudalidad, paralelo a la tendencia hacia la propiedad
individual que hubiera tenido el poder de los jefes militares, curacas o
reyezuelos, caciques, etc., que no formaban parte de la comunidad,
poseían la tierra en propiedad familiar y sólo la autoridad del Inca
refrenaba su desarrollo hacia la propiedad individual.
También se
quiso ver en "la guerra de sucesión entre Huáscar y Atahualpa, el
anuncio de grandes querellas y conflictos: la lucha u oposición de la
monarquía con la nobleza".
Todas estas
observaciones, algunas de las cuales, las referentes al feudalismo,
fueron aplicadas también a México, tenderían a trazar un cuadro de la
evolución histórica indoamericana, muy análogo al que corresponde al
mismo período de la historia europea y asiática. Por otro lado, también
afirmarían que la evolución natural del colectivismo indígena, hubiera
conducido, a través de dos grandes fenómenos paralelos -transformación
de la propiedad colectiva en familiar e individual, formación del
feudalismo- a instituciones análogas a los burgos y municipios, de no
haber sido por la influencia del Imperio teocrático que impidió ese
libre desenvolvimiento, a diferencia de análogos poderes en Europa. La
conquista había precipitado y acelerado la cristalización del feudo,
pasado al español, y de la propiedad privada indígena residual dentro de
la comunidad o dentro de la familia en formas coexistentes.
Evidentemente,
es sugestiva toda esta serie de hipótesis; hay hechos que parecen
confirmarlas. Pero ¿cómo podemos extender a todas las colectividades
incásicas estas conclusiones? ¿Cómo podemos explicar, dentro del
violento proceso de la conquista, de la formación de "reducciones", de
los cambios vastos y profundos realizados por las "composiciones", la
persistencia, de las comunidades? ¿Cuál momento más propicio tuvieron
éstas, después, para evolucionar en el sentido indicado, que los
decretos de las nuevas repúblicas, tendientes todos, directamente a la
formación de la propiedad privada? Verdaderamente, no creo que se pueda
afirmar que el carácter del colectivismo primitivo ha sido el de
evolucionar a la propiedad privada, cuando las comunidades, que han
seguido siendo atacadas y fragmentadas por todas partes, por un siglo
más de explotación burguesa republicana, subsisten en un numero tan
grande y asoman su cuerpo vigoroso y siempre joven a los albores de una
nueva etapa colectivista.
Mas volvamos a
seguir el desarrollo de las comunidades que formaban el substratum de la
colectividad incaica a fines del siglo XV.
La llegada
de los españoles
Rompe la
armonía política y económica del Imperio. El régimen colonial que se
estableció luego, desorganizó y aniquiló la economía agraria incaica,
siendo reemplazada por una economía de mayores rendimientos. Bajo una
aristocracia indígena, los nativos componían una nación de 10 millones
de hombres, con un estado eficiente y orgánico, cuya acción arribaba a
todos los ámbitos de su soberanía. Bajo el régimen colonial, los
nativos se redujeron a una dispersa y anárquica masa de 1 millón de
hombres caídos en la servidumbre y el 'feudalismo", La: ambición de
los conquistadores y sobre todo de la corona por el metal precioso,
envió al mortífero trabajo de las minas, grandes masas habituadas a las
labores de la agricultura, tan rápidamente que en tres siglos se
redujeron a la décima parte.
Las
comunidades indígenas, durante este período, sufrieron una
modificación, dejando: el gobierno, que antes residía en el Inca,
confiado a personeros integrantes de cada "ayllu". Las "Leyes de indias"
amparaban a la propiedad indígena y reconocían su organización
comunista. A pesar de esto, se establecieron las encomiendas, las
mitas, el ponguaje. Los encomenderos que recibieron tierras, indios,
etc., con la obligación de instruirlos, se convirtieron con el tiempo en
grandes propietarios semi-feudales.
El
advenimiento de la República no transforma substancialmente la economía
del país. Se produce un simple cambio de clases: al gobierno cortesano
de la nobleza española, sucedió el gobierno de los terratenientes,
encomenderos y profesionales criollos. La aristocracia mestiza empuña el
poder, sin ningún concepto económico, sin ninguna visión política. Para
los cuatro millones de indios, el movimiento de emancipación de la
metrópoli pasa desapercibido. Su estado de servidumbre persiste desde la
conquista basta nuestros días no obstante las leyes dictadas para
"protegerlos” y que no podían ser aplicadas mientras la estructura
económica de supervivencia feudo-terrateniente persista en nuestro
mecanismo social.
La nueva clase
gobernante, ávida y sedienta de riquezas, se dedica a agrandar sus
latifundios a costa de las tierras pertenecientes a la comunidad
indígena, hasta llegar a hacerlas desaparecer en algunos departamentos.
Habiéndoseles arrebatado la tierra que poseían en común todas las
familias integrantes del ayllu, éstas han sido obligadas, a buscar
trabajo, dedicándose al yanaconazgo (parceleros) y a peones de los
latifundistas que violentamente los despojaron.
Del ayllu
antiguo no queda sino uno que otro rasgo fisonómico, étnico, costumbres,
prácticas religiosas y sociales, que con algunas pequeñas variaciones,
se les encuentra en un sinnúmero de comunidades que anteriormente
constituyeron el pequeño reino o “curacazgo”. Pero si de esta
organización, que entre nosotros ha sido la institución política
intermediaria entre el ayllu y el imperio, han desaparecido todos sus
elementos coactivos y de solidaridad, el ayllu o comunidad, en cambio,
en algunas zonas poco desarrolladas, ha conservado su natural
idiosincrasia, su carácter de institución casi familiar, en cuyo seno
continuaron subsistiendo después de la Conquista los principales
factores constitutivos.
Las
comunidades reposan sobre la base de la propiedad en común de las
tierras en que viven y cultivan y conservan, por pactos y por lazos de
consanguinidad que unen entre sí a las diversas familias que forman el
ayllu. Las tierras de cultivos y pastos pertenecientes a la comunidad,
forman el patrimonio de dicha colectividad. En ella viven, de su cultivo
se mantienen, y los continuos cuidados que sus miembros ponen, a fin de
que no les sean arrebatadas por los poderosos vecinos u otras
comunidades, les sirven de suficiente incentivo para estar siempre
organizados, constituyendo un solo cuerpo. Por hoy, las tierras
comunales pertenecen a todo el ayllu o sea al conjunto de familias que
forman la comunidad. Unas están repartidas y otras continúan en calidad
de bien raíz común, cuya administración se efectúa por los agentes de la
comunidad. Cada familia posee un trozo de tierra que cultiva, pero que
no puede enajenar porque no le pertenece: es de la comunidad.
Por lo
general, hay dos clases de tierras, unas que se cultivan en común para
algún "santo" o comunidad y las que cultiva cada familia por separado.
Pero no sólo
en la existencia de las comunidades se revela el espíritu colectivista
del indígena. La costumbre secular de la "Minka" subsiste en los
territorios del Perú, de Bolivia, del Ecuador y Chile; el trabajo que un
parcelero, aunque no sea comunero, no puede realizar por falta de
ayudantes, por enfermedad u otro motivo análogo, es realizado merced a
la cooperación y auxilio de los parceleros confinantes, quienes a su vez
reciben parte del producto de la cosecha, cuando su cantidad lo
consiente, u otro auxilio manual en una próxima época.
Este espíritu
de cooperación que existe fuera de las comunidades, se manifiesta en
formas especiales en Bolivia donde se establecen mutuos acuerdos entre
indígenas pequeños propietarios pobres; para labrar en común el total de
las tierras y repartir en común el producto. Otra forma de cooperación
que también se observa en Bolivia es la que se realiza entre un indio
pequeño propietario en los alrededores de la ciudad, sin nada mas que su
tierra, y otro indio que vive en la ciudad, en calidad de pequeño
artesano o asalariado relativamente bien remunerado; este último no
dispone de tiempo, pero puede en una u otra forma conseguir las semillas
y los instrumentos de labranza que faltan; el primero aporta la tierra y
su labor personal; en la época de la cosecha se reparte el producto
según la proporción establecida de antemano.
Estas y otras
formas de cooperación extra comunitaria junto con la existencia de
numerosas comunidades, (en el Perú cerca de 1,500 comunidades con 30
millones de hectáreas, cultivadas aproximadamente por l'500,000
comuneros; en Bolivia un número aproximadamente igual de comunidades,
con menos comuneros, siendo arrancados muchos de ellos a la tierra para
las minas), comunidades que en algunas regiones dan un rédito agrícola
superior a la de los latifundios, atestiguan la vitalidad del
colectivismo incaico primitivo, capaz mañana de multiplicar sus fuerzas,
aplicadas a latifundios industrializados y con los medios de cultivo
necesarios.
El VI Congreso
da la I. C. ha señalado una vez más la posibilidad, para pueblos de
economía rudimentaria, de iniciar directamente una organización
económica colectiva, sin sufrir la larga evolución por la que han pasado
otros pueblos. Nosotros creemos que entre las poblaciones “atrasadas”,
ninguna como la población indígena incásica, reúne las condiciones tan
favorables para que el comunismo agrario primitivo, subsistente en
estructuras concretas y en un hondo espíritu colectivista, se
transforme, bajo la hegemonía de la clase proletaria, en una de las
bases más sólidas de la sociedad colectivista preconizada por el
comunismo marxista.
V. SITUACION ECONOMICOSOCIAL DE LA
POBLACION INDIGENA DEL PERÚ[2]
VI. SITUACION ECONOMICO-SOCIAL DE LA POBLACION INDIGENA
DE LOS DEMÁS PAISES
Para las
poblaciones indígenas de tipo "incásico" o “azteca”, que viven en
grandes masas en los estados que he señalada y que forman parte
integrante y básica de la economía de las respectivas naciones que las
Influyen, el rol económico y la condición social en todos sus aspectos
son análogos a los que ya hemos visto existir en el Perú.
Caben, sin
embargo, algunas observaciones particulares sobre cada país,
requiriéndolo diferencias especificas propias de ellos.
En Bolivia,
cuyo porcentaje de población indígena es sensiblemente igual al del
Perú, el indígena sufre, no sólo la misma explotación, sino también el
mismo desprecio de parte del blanco y del mestizo (casi no existen
negros en Bolivia -el 0.2 por ciento- para solidarizase en esto con el
blanco). Esto provoca, como en el Perú, el mismo sentimiento por parte
del indígena hacia todo lo que no sea de su raza y la desconfianza para
el blanco, más fuerte aun si se le nota algún carácter "oficial",
relacionado con el poder gubernamental o administrativo. Pero en Bolivia
es importante señalar un carácter fundamental, de orden económico, que
señala una diferencia respecto al Perú. Mientras en el Perú, el número
de los indios mineros no alcanza al 2 por ciento sobre el total de los
indígenas, en Bolivia, es mucho más elevado, constituyendo ellos un
fuerte proletariado indio, que no sólo llegará a sentir más fuertemente
su conciencia de clase, sino que permitirá en la actualidad levar a cabo
una propaganda mucho más eficiente que en medio de los demás indios
agrícolas.
En Chile, a
este respecto también existen condiciones, más favorables que en el
Perú. En Ecuador, la masa indígena es esencialmente agrícola. Asimismo
en las provincias del norte de la Argentina.
En México,
contrariamente a los países arriba mencionados, no existe animadversión
hacia el indio. El porcentaje de indios puros es tan fuerte y sobre
todo el mestizaje tan extenso que las características raciales indias
son características nacionales. Hubo presidentes de la República,
generales y estadistas de pura cepa indígena, y el indio no encuentra
las resistencias espirituales o burdas que pesan sobre él, de otras
naciones.
En Guatemala y
en algunos otros estados centroamericanos, el problema racial se
aproxima, por las mismas razones, mas a las condiciones de México, que
al de las naciones del grupo incásico. En esos estados, como en México,
no existe el problema indígena en el sentido “racial” de la palabra.
Examinemos
ahora las condiciones económicas sociales de las poblaciones indígenas
de tipo, “selvícola". Una vez más, subrayo que, el hecho de que el
sector "civilizado" de América Latina no tenga amplios conocimientos al
respecto, no justifica de ninguna manera nuestra despreocupación hacia
esas poblaciones: al contrario, plantea el deber de estudiar
suficientemente sus condiciones para poder formular con algún acierto,
las constataciones objetivas que nos permitan formular una táctica
adecuada.
He señalado a
grandes rasgos las regiones que habitan y los caracteres específicos que
las diferencian profundamente, en la actualidad, de los grupos incásicos
o azteca.
Es interesante
apuntar un hecho. Estas razas, en algunos casos importantes, son las que
más han contribuido a la formación étnica de las naciones que se han
formado en su territorio, habiendo dado lugar a un mestizaje intensísimo
con los invasores, reduciéndose a grupos sumamente escasos y al mismo
tiempo segregados del litoral y de su economía y cultura. Esto se
observa de la manera mas manifiesta en Colombia, donde representa menos
de un 2 por ciento a un 86 por ciento aproximadamente de mestizos; en
Brasil, donde alcanzan poco mas de 1 por ciento frente a un 66 por
ciento de "mamelucos" (sin comprender a los mulatos). Toda esta
cooperación biológica les ha valido la absorción casi completa de su
raza y la reducción de los núcleos "puros" al estado de "salvajes".
En otras
naciones, sus contactos con los invasores han sido breves y violentos.
Los indios selvícolas, en su mayoría, se han retirado al interior y no
han contribuido sino con cantidades ínfimas al mestizaje, como sucedió
en Ecuador, en el Perú, en el Uruguay y en otros estados.
En ambos
casos, el resultado para los grupos "puros" ha sido auténtico. En
economía y cultura han quedado aislados, limitados a un territorio cada
vez menor y cada día más reducido, por obra de los invasores o de los
mismo mestizos, desde la conquista, con ritmo incesante, hasta nuestros
días.
La economía de
estos indios, en la mayoría de los casos nómadas, está circunscrita a la
caza y a la pesca. Pero hay grupos de indios, los que han podido
encontrar terrenos aptos para labranza, que están dedicados a la
agricultura y sienten duramente la falta de tierra, especialmente cuando
en nuestros días se les sigue arrebatando terrenos en las zonas
limítrofes con la "civilización" litoral.
Es lógico
afirmar que sus reivindicaciones naturales consisten en exigir la
devolución de toda la tierra que puedan cultivar.
Otras tribus
de indios, en la cuenca fluvial del Amazonas, han sido alcanzados por la
garra famélica de los explotadores blancos o mestizos y esclavizados
para los trabajos de recolección de la madera o extracción del
"caucho". He referido, hablando de la región de la Montaña del Perú,
los abusos ignominiosos allí cometidos, que llegaron a trascender los
límites de los bosques y tuvieron resonancia mundial, sin lograr
producir el castigo de los culpables, sino, al contrario, la punición de
los defensores del indio.
Estos casos,
en una u otra forma, subsisten en el Perú, en Colombia, en el Brasil, en
las Guayanas y llegara el día en que el proletariado ayude a estos
indios a redimirse definitivamente del régimen esclavista.
VII. SITUACIÓN ECONÓMICO-POLÍTICA DE LA POBLACIÓN
NEGRA
Al hablar de
la importancia de la raza negra en el continente; he señalado su
distribución geográfica y sus características principales.
El rol
económico del negro esta en general prevalentemente ligado a la
industria y dentro de ésta, principalmente a la industria de la
elaboración de los productos agrícolas. En Cuba, la cantidad de los
negros asalariados agrícolas, no difiere mucho a la de los asalariados
industriales.
El negro, en
América Latina, no sufre el mismo desprecio que en Estados Unidos;
donde siempre hay resistencia de parte de las otras razas para
establecer contacto con él, lo que no se traduce en disposiciones o,
costumbres de aislamiento limitadoras, bajo este concepto, de su
libertad. Tampoco encuentra arraigo el prejuicio de inferioridad o
incapacidad para ciertas ocupaciones, ya que la constatación de todos
los días demuestra que el negro puede llenar muy bien todas las
funciones sociales toda vez que no se le impide prepararse para ellas.
En el Brasil, el preconcepto para el negro casi no existe, debido a que
su porcentaje de mulatos llega a cerca del 40 por ciento.
De la
constatación de su rol económico y de sus condiciones sociales, se
desprende el hecho de que en la América latina, en general, el problema
negro no asume un acentuado aspecto racial.
Su rol
económico de productor, al lado del trabajador mestizo y blanco, lo hace
asimilarse a él en la explotación que sufre y en la lucha que libra para
su emancipación de la opresión capitalista.
VIII. SITUACION ECONOMICA Y SOCIAL DE LOS MESTIZOS Y
MULATOS
Aunque los
mestizos y mulatos no constituyen una raza propiamente dicha, creo que
integran el problema étnico, por las diferencias raciales que los
separan de los negros, indios y blancas.
El mestizaje,
en un sentido amplio de la palabra, reviste aspectos diferentes en cada
país.
Hay países,
como en Colombia, donde se ha realizado entre dos razas, la blanca y la
indígena, produciendo la casi desaparición de esta última y dando lugar
a la formación de un mestizaje intenso y extenso (cerca del 85 por
ciento de la población).
En otros
países, como el Brasil, también hubo un mestizaje intenso de los
invasores con los aborígenes que condujo a la casi desaparición de la
raza indígena "pura”, pero en él intervino además un tercer factor, la
raza negra importada. Es sumamente difícil en el Brasil dividir a los
mestizos en tres categorías como se ha pretendido: indios-blancos,
negros-blancos, indios-negros. Lo cierto es que estos tipos se han
fundido repetidamente, dando lugar a una gama de tipos raciales que va
desde el negro puro, a través del mulato y del mameluco, hasta el
blanco.
Sin embargo,
el negro y el blanco puro se encuentran en acentuada minoría frente a la
población de mulatos y a la de los "mamelucos" que la aventaja algo en
el número, entre los cuales es posible establecer una diferencia
manifiesta.
En el Perú, el
mestizaje entre dos razas, abarca también una escala de individuos
bastante rica en tipos mestizos. En. Chile, Argentina, Uruguay, el
mestizaje es mucho menos acentuado.
La población
mestiza y mulata en la América Latina se encuentra repartida en todas
las capas sociales, dejando siempre, sin embargo, a la raza blanca el
predominio dentro de la clase explotadora.
Después del
indio y del negro, ocupa un puesto bastante importante dentro de la
clase proletaria. No tiene absolutamente reivindicaciones sociales
propias, salvo el libertarse del desprecio que el blanco hace pesar
sobre él. Sus reivindicaciones económicas se confunden con las de la
clase a que pertenece.
En las
naciones donde constituyen la casi totalidad de la población, su
existencia como proletariado y campesinado numeroso les depara un rol
importante en la lucha revolucionaria.
IX. CARÁCTER DE LA LUCHA SOSTENIDA POR LOS INDÍGENAS Y
LOS NEGROS
La lucha que
los indígenas desde los días de la conquista han sostenido contra los
invasores, ha tenido varias fases ligadas a sus condiciones económicas,
a los sistemas de explotación y a la fuerza política de los poderes
opresores. Ha tenido sus épocas de remisión y sus períodos de
intensificación violenta.
Los indios
mexicanos, mayas, toltecas, yaquis, etc., siempre se han distinguido por
su espíritu de combatividad y han constituido elementos de inseguridad
para todos los gobiernos que los oprimían o prescindían de ellos. Todos
conocen el rol importantísimo que jugaron en la revolución mexicana,
logrando, con su triunfo, obtener, aunque en forma limitada, algunas
tierras y la satisfacción de algunas reivindicaciones peculiares de
ellos. Hoy día mismo, sin gozar de las posibilidades de expansión que
les competen, con importantes aspiraciones insatisfechas, constituyen un
factor revolucionario considerable.
En el Perú,
los indios, según una estadística de 1920, han realizado el 98 por
ciento de sus levantamientos por motivos ligados a la tierra.
Pasaré a
detallar el movimiento indio contra el "gamonalismo" o feudalismo en el
Perú, lo que podrá dar una idea bastante aproximada de la lucha que
ellos sostienen en Bolivia, Ecuador y otros países.
Cuando se
habla de la actitud del indio frente a sus explotadores se suscribe
generalmente la impresión de que, envilecido, deprimido, el indio es
incapaz de toda lucha, de toda resistencia. La larga historia de
insurrecciones y aso- nadas indígenas y de las masacres y represiones
consiguientes, basta, por sí sola, para des- mentir esta impresión. En
la mayoría de los casos, las sublevaciones de indios han tenido como
origen una violencia que los ha impulsado incidentalmente ala revuelta
contra una autoridad o un hacendado; pero, en otros casos, han tenido un
carácter de motín local. La rebelión he seguido a una agitación menos
incidental y se ha propagado a una región más o menos extensa. Para
reprimirla, ha habido que apelar a fuerzas considerables y a verdaderas
matanzas. Miles de indios rebeldes han sembrado el pavor en los
gamonales de una o más provincias. Una de las sublevaciones que en los
últimos tiempos asumió proporciones extraordinarias, fue la acaudillada
por el mayor de ejército Teodomiro Gutiérrez, serrano mestizo, de fuerte
porcentaje de sangre indígena, que se hacía llamar Rumimaqui y se
presentaba como un redentor de su raza. El mayor Gutiérrez había sido
enviado por el gobierno de Billinghurst al departamento de Puno donde el
gamonalismo extremaba sus exaciones, para efectuar una investigación
respecto a las denuncias indígenas e informar al gobierno. Gutiérrez
entró entonces en íntimo contacto con los indios. Derrocado el gobierno
de Billinghurst, pensó que toda perspectiva de reivindicaciones legales
había desaparecido y se lanzó a la revuelta. Lo seguían varios millares
de indios, pero, como siempre, desarmados e indefensos ante las tropas,
condenados a la dispersión o a la muerte. A esta sublevación han seguido
las de La Mar y Huancané en 1923 y otras menores, sangrientamente
reprimidas todas.
En 1921 se
reunió, con el auspicio gubernamental, un congreso indígena, al que
concurrieron delegaciones de varios grupos de comunidades. El objeto de
este congreso era formular las reivindicaciones de la raza indígena. Los
delegados pronunciaban en quechua enérgicas acusaciones contra los
gamonales, las autoridades, los curas. Se constituyó un comité "Pro
Derecho Indígena Tahuantinsuyo". Se realizó un congreso por año hasta
1924, en que el gobierno persiguió a los elementos revolucionarios
indígenas, intimidó a las delegaciones y desvirtuó el espíritu y objeto
de la asamblea. El Congreso de 1923, en que se votaron conclusiones
inquietantes para el gamonalismo como las que pedía la separación de la
iglesia y el Estado, y la derogación de la ley de conscripción vial,
había revelado el peligro de estas conferencias, en las que los grupos
de comunidades indígenas de diversas regiones entraban en contacto y
coordinaban su acción. Ese mismo año se había constituido la
Confederación Regional Indígena que pretendía aplicar a la organización
de los Indios los principios y métodos del anarcosindicalismo y que
estaba condenada, por tanto, a no pasar de un ensayo, peto que
presentaba de todos modos una franca orientación revolucionaría
de la vanguardia indígena. Desterrados dos de los líderes indios de este
movimiento, intimidados otros, la Federación Obrera Indígena quedó
pronto reducida a solo un nombre. Y en 1927, el Gobierno declaró
disuelta el propio Comité Pro Derecho Indígena Tahuantinsuyo, con el
pretexto de que sus dirigentes, eran unos meros explotadores de la raza
cuya defensa se atribuían. Este Comité no había tenido nunca más
importancia que la anexa a su participación en los Congresos indígenas y
estaba compuesto por elementos que carecían de valor ideológico y
personal y que en no pocas ocasiones había hecho protestas de adhesión a
la política gubernamental, considerándola pro-indigenista, pero para
algunos gamonales, era todavía un instrumento de agitación, un residuo
de los congresos indígenas. El gobierno, por otra parte, orientaba su
política en el sentido de asociar a las declaraciones pro-indígenas, a
las promesas de reparto de tierras, etc., una acción resuelta contra
toda agitación de los indios por grupos revolucionarios o susceptibles
de influencia revolucionaria.
La penetración
de Ideales socialistas, la expresión de reivindicaciones revolucionarias
entre los indígenas, han continuado a pesar de esas vicisitudes.
En 1927 se
constituyó en el Cuzco un grupo de acción pro-indígena llamado "Grupo
Resurgimiento". Lo componían algunos intelectuales y artistas, junto con
algunos obreros cuzqueños. Este grupo publicó un manifiesto que
denunciaba los crímenes del gamonalismo. A poco de su constitución, uno
de sus principales dirigentes, el doctor Luis E. Valcárcel, fue apresado
en Arequipa. Su prisión no duró sino algunos días; pero, en tanto, el
grupo. Resurgimiento era definitivamente disuelto por las autoridades de
Cuzco.
Las luchas
llevadas a cabo por los negros en la América Latina; nunca han tenido ni
podrán tener un carácter de lucha nacional. Raramente dentro de sus
reivindicaciones ha habido algunas de carácter puramente racial.
Sus luchas, en
el Brasil, en Cuba, en las Antillas, han sido llevadas a cabo para
suprimir las puniciones corporales, para elevar sus condiciones de
vida, para mejorar su jornal. En los últimos tiempos han luchado
también para defender sus derechos de organización.
En las
regiones del Brasil en las que el Fordismo ha abandonado su careta
filantrópica, para revelar, una vez más, en forma distinta su carácter
de feroz explotación, los proletarios negros luchan junto con los demás
proletarios para defenderse contra la opresión brutal que nivela bajo
su yugo esclavista a los trabajadores de distinto color.
En todos los
países los negros tienen que luchar por sus reivindicaciones de
carácter proletario más fuertemente que contra los prejuicios y los
abusos de que son víctimas como negros.
Es ese el
carácter que se destaca cada día con más precisión en la lucha llevada a
cabo pon los trabajadores negros contra la opresión capitalista e
imperialista.
X. CONCLUSIONES Y TAREAS FUNDAMENTALES
El informe que
antecede ha tratado de señalar a grandes rasgos los aspectos generales
que presenta el "problema de las rezas" en la América Latina, la
importancia que las razas tienen en la demografía
y
en la
producción
y
sus
principales características raciales, las condiciones económicas y
sociales en que se encuentran las poblaciones de raza indígena o negra,
y esbozado su desarrollo histórico y económico y sus relaciones con el
imperialismo; los mestizos o mulatos, el nivel político que dichas
razas: han alcanzado en el carácter de las luchas que sostuvieron; así
como las reivindicaciones que han perseguido en el curso de las mismas.
Con todos
estos elementos, aunque apuntados en forma sucinta e incompleta es
posible tratar de encarar las soluciones que el problema de las razas
requiere, y establecer, en consecuencia, las tareas que incumben a los
Partidos Comunistas de la América latina.
Este problema
presenta un aspecto social innegable, en cuanto la gran mayoría, de la
clase productora está integrada por indios o negros; por otro lado, este
carácter está muy desvirtuado, ponlo que se refiere a la raza negra.
Esta ha perdido contacto con su civilización tradicional y su idioma
propios; adoptando íntegramente la civilización y el idioma del
explotador; esta raza tampoco tiene arraigo histórico profundo en la
tierra en que vive, por haber sido importado de África. Por lo que se
refiere a la raza india, el carácter social Conserva en mayor medida su
fisonomía, por la tradición ligada a la tierra, la sobrevivencia de
parte importante de la estructura y de su civilización, la conservación
del idioma y muchas costumbres y tradiciones, aunque no de la religión.
El aspecto
puramente racial del problema, por lo que a ambas razas se refiere, se
encuentra también fuertemente disminuido por la proporción del mestizaje
y por la presencia de estas mismas capas mestizas y hasta de elementos
blancos, en unión con los elementos indios y negros, dentro de la clase
proletaria, dentro de la clase de los campesinos pobres, dentro de las
clases que se encuentran en la base de la producción y son mayormente
explotadas.
He señalado
todos los casos en que el indio y el negro que pasan a llenar una
función mas privilegiada en la producción, pierden completamente el
contacto con su raza, tendiendo, cada vez más, a llenar una función
explotadora; he señalado todos los casos en que el indio; sin elevar su
nivel económico, sólo por el hecho de haber abandonado forzosamente su
terruño (por haber sido expulsado de sus tierras o por el servicio
militar) y haber entrado en contacto con la civilización blanca, queda
desconectado para siempre de su propia raza, pugna por borrar todos los
rasgos que a ella lo ligan, y tiende a confundirse con el blanco o
mestizo; primero en los hábitos y costumbres, y más tarde, si le es
posible, en la explotación de sus hermanos de raza.
Todos los
factores señalados, si no quitan por entero el carácter "racial" al
problema de la situación de la mayoría de los negros o indios
oprimidos, nos demuestran que actualmente el aspecto principal de la
cuestión, es "económico y social" y tiende a serlo cada día más, dentro
de la clase básicamente explotada de elementos de todas las razas. Las
luchas desarrolladas por los indios y negros confirman este punto de
vista.
Habiendo
llegado a este punto las constataciones, se plantea con toda claridad
el carácter fundamentalmente económico y social del problema de las
razas en la América Latina y el deber que todos los Partidos Comunistas
tienen de impedir las desviaciones interesadas que las burguesías
pretenden imprimir a la solución de este problema, orientándolo en un
sentido exclusivamente racial, asimismo como tienen el deber de
acentuar el carácter económico social de las luchas de las masas
indígenas o negras explotadas, destruyendo los prejuicios raciales,
dando a estas mismas masas una clara conciencia de clase, orientándolas
a sus reivindicaciones concretas y revolucionarias, alejándolas de
soluciones utópicas y evidenciando su identidad con los proletarios
mestizos y blancos, como elementos de una misma clase productora y
explotada.
Queda así
clarificado, una vez más, el pensamiento revolucionario frente a las
campañas por la pretendida política actual de los indios y negros.
La I. C.
combatió, por lo que a la raza negra se refiere, estas campañas que
tendían a la formación del "sionismo negro” en la América Latina.
Del mismo
modo, la constitución de la raza india en un estado autónomo, no
conduciría en el momento actual a la dictadura del proletariado indio ni
mucho menos a la formación de un estado indio sin clase, como alguien ha
pretendido afirmar, sino a la constitución de un Estado indio burgués
con todas las contradicciones internas y externas de los Estados
burgueses.
Sólo el
movimiento revolucionario clasista de las masas indígenas explotadas
podrá permitirles dar un sentido real a la liberación de su raza, de la
explotación, favoreciendo las posibilidades de su auto-determinación
política.
El problema
indígena, en la mayoría de los casos, se identifica con el problema de
la tierra. La ignorancia, el atraso y la miseria de los indígenas, no
son sino la consecuencia de su servidumbre. El latifundio feudal
mantiene la explotación y la dominación absoluta de las masas indígenas
por la clase propietaria. La lucha de los indios contra los gamonales,
ha estribado invariablemente en la defensa de sus tierras contra la
absorción y el despojo. Existe, por tanto, una instintiva y profunda
reivindicación indígena: la reivindicación de la tierra. Dar un carácter
organizado, sistemático, definido, a esta reivindicación, es la tarea en
que la propaganda política y el movimiento sindical tiene el deber de
cooperar activamente.
Las
“comunidades”, que han demostrado bajo la opresión más dura condiciones
de resistencia y persistencia realmente asombrosas, representan un
factor natural de socialización de la tierra. El indio tiene arraigados
hábitos de cooperación. Aún cuando de la propiedad comunitaria se pasa a
la propiedad individual, y no sólo en la sierra sino también en la
costa, donde un mayor mestizaje actúa contra las costumbres indígenas,
la cooperación se mantiene, las labores pesadas se hacen en común. La
"comunidad" puede transformarse en cooperativa, con mínimo es fuerzo. La
adjudicación a las "comunidades” de la tierra de los latifundios, es, en
la sierra, la solución que reclama el problema agrícola. En la costa,
donde la gran propiedad es también omnipotente, pero donde la propiedad
comunitaria ha desaparecido, se tiende inevitablemente a la
individualización de la propiedad del suelo. Los "yanaconas", especie de
aparceros duramente explotados, deben ser ayudados en su lucha contra
los propietarios. La reivindicación natural de estos "yanaconas" es la
del suelo que trabajan. En las haciendas explotadas directamente por sus
propietarios, por medio de peonadas, reclutadas en parte en la sierra, y
a las que en esta parte falta vinculo con la tierra, los términos de la
lucha son distintos. Las reivindicaciones por las que hay que trabajar
son: libertad de organización, supresión de "enganche", aumento de
salarios, jornada de ocho horas, cumplimiento de las leyes de protección
del trabajo. Sólo cuando el peón de hacienda haya conquistado esas
cosas, estará en la vía de su emancipación definitiva.
Es muy difícil
que la propaganda sindical o política penetre en las haciendas. Cada
hacienda es en la costa un feudo. Ninguna asociación, que no acepte el
patronato y la tutela de los propietarios y la administración, es
tolerada, y en este caso, sólo se encuentran las asociaciones de deporte
o recreo. Pero con el aumento del tráfico automovilístico se abre poco a
poco una brecha en las barreras que cerraban antes las haciendas a toda
propaganda. De ahí la importancia que la organización y movilización
activa de los obreros del transporte tiene en el desarrollo de la
movilización clasista.
Cuando las
peonadas de las haciendas sepan que cuentan con la solidaridad fraternal
de los sindicatos y comprendan el valor de éstos, fácilmente despertará
en ellas la voluntad de lucha que hoy les falta. Los núcleos de
adherentes al trabajo sindical que se constituyen, gradualmente, en las
haciendas, tendrán la función de explicar en cualquiera reclamación y de
aprovechar la primera oportunidad de dar forma a su organización, dentro
de lo que las circunstancias consientan.
Para la
progresiva educación ideológica de las masas indígenas, la vanguardia
obrera dispone de aquellos elementos militantes de la raza india que en
las minas o en los centros urbanos, particularmente en los últimos,
entran en contacto con el movimiento sindical, se asimilan a sus
principios y se capacitan para jugar un rol en la emancipación de su
raza. Es frecuente que obreros procedentes del medio indígena, regresen
temporal o definitivamente a éste. El idioma les permite cumplir
eficazmente una misión de instructores de sus hermanos de raza y de
clase. Los indios campesinos no entenderán de veras sino a individuos de
su seno, que les hablen en su propio idioma. Del blanco, del mestizo,
desconfiarán siempre; y el blanco y el mestizo, a su vez, muy
difícilmente se impondrán el difícil trabajo de llegar al medio indígena
y de llevar a él la propaganda clasista.
Los métodos de
auto-educación, la lectura regular de los órganos del movimiento
sindical y revolucionario de América Latina, de sus opúsculos, etc., la
correspondencia con los compañeros militantes, serán los medios de que
estos elementos llenen con éxito su misión educadora.
La
coordinación de las comunidades indígenas por regiones, el socorro de
los que sufren persecuciones de la justicia o policía (los gamonales
procesan por delitos comunes a los indígenas que se resisten o a quienes
quieren despojar), la defensa de la propiedad comunitaria, la
organización de pequeñas bibliotecas y centros de estudios, son
actividades en las que los adherentes indígenas al movimiento sindical,
deben tener siempre actuación principal y dirigente, con el doble objeto
de dar a la orientación y educación clasistas de los indígenas,
directivas serias y de evitar la influencia de elementos desorientadores
(anarquistas, etc.).
En el Perú, en
Bolivia, la organización y educación del proletariado minero; es una de
las cuestiones que inmediatamente se plantean. Los centros mineros
constituyen puntos donde ventajosamente puede dejar sentir su
ascendiente la propaganda sindical. Aparte de representar en sí mismos
importantes concentraciones proletarias, con las condiciones anejas al
salariado, acercan los braceros indígenas a los obreros industriales, a
trabajadores procedentes de las ciudades, que llevan en esos centros, su
espíritu y principios clasistas. Los indígenas de las minas, en buena
parte, continúan siendo campesinos; de modo que el adherente que se gane
entre ellos, es un elemento ganado de la clase campesina.
La publicación
de periódicos para los campesinos indígenas y de periódicos para los
mineros, es una de las necesidades de la propaganda sindical en ambos
sectores. Aunque la raza indígena es analfabeta en su gran mayoría,
estos periódicos, a través de los indígenas alfabetos, ejercitarían una
influencie creciente sobre el proletariado de las minas y del campo.
La labor, en
todos sus aspectos, será difícil, pero su progreso dependerá
fundamentalmente de la capacidad de los elementos que la realicen y de
su apreciación precisa y concreta de las condiciones objetivas de la
cuestión indígena. El problema no es racial, sino social y económico;
pero la raza tiene su rol en él y en los medios de afrontarlo. Por
ejemplo, en cuanto sólo militantes salidos del medio indígena pueden,
por la mentalidad y el idioma, conseguir un ascendiente eficaz e
inmediato sobre sus compañeros.
Una conciencia
revolucionaria indígena tardará quizás en formarse, pero una vez que el
indio haya hecho suya la idea socialista, la servirá con una disciplina,
una tenacidad y una fuerza, en la que pocos proletarios de otras medios
podrán aventajarlo.
Del mismo modo puede afirmarse que a medida que el
proletariado negro adquiera conciencia de clase, a través de la lucha
sostenida para conseguir sus reivindicaciones naturales de clase
explotada, realizándolas con la acción revolucionaria en unión del
proletariado de otras razas, en esa misma medida los trabajadores negros
se habrán librado efectivamente de los factores que los oprimen como
razas "inferiores".
Encarado en
esta forma el problema y planteada así su solución, creo que las razas
en la América Latina tendrán un rol sumamente importante en el
movimiento revolucionario que, encabezado por el proletariado, llegará a
constituir en toda la América Latina, el gobierno obrero y campesino,
cooperando con el proletariado ruso en la obra de emancipación del
proletariado de la opresión burguesa mundial.
En base de
estas conclusiones, creo que se pueden y deben plantear en la siguiente
forma o en otra análoga elaborada por el Congreso las reivindicaciones
de los trabajadores indios o negros explotados:
I.- Lucha
por la tierra para los que la trabajan, expropiada
sin indemnización.
a)
Latifundios de tipo primitivo: fragmentación y ocupación por
parte de las comunidades colindantes y por los peones agrícolas que las
cultivan, posiblemente organizados en forma comunitaria o colectiva.
b)
Latifundios de tipo industrializado: ocupación por parte de los
obreros agrícolas que los trabajan, organizados en forma colectiva.
c)
Los parceleros propietarios que cultivan su tierra, quedarán en
posesión de las mismas.
II.-Formación de
organismos específicos:
Sindicatos,
ligas campesinas, bloques obreros y campesinos, ligazón de estos mismos
por encima de los prejuicios raciales, con las organizaciones urbanas.
Lucha del
proletariado y del campesinado indígena o negro, para las mismas
reivindicaciones que constituyen el objetivo de sus hermanos de clase
pertenecientes a otras razas.
Armamento de
obreros y campesinos para conquistar y defender sus reivindicaciones.
III.-Derogación
de leyes onerosas para el indio o el negro:
sistemas feudales esclavistas, conscripción vial, reclutamiento militar,
etc.
Únicamente la
lucha de los indios, proletarios y campesinos, en estrecha alianza con
el proletariado mestizo y blanco contra el régimen feudal y capitalista,
pueden permitir el libre desenvolvimiento de las características
raciales indias (y especialmente de las instituciones de tendencias
colectivistas) y podrá crear la ligazón entre los indios de diferentes
países, por encima de las fronteras actuales que dividen antiguas
entidades raciales, conduciéndolas a la autonomía política de su raza.
NOTAS:
1
"El problema de las razas en la América Latina” comprende dos partes,
claramente diferenciables: la primera, "l. Planteamiento de la cuestión"
(paso. 21 a 46 de esta edición), escrita totalmente por losé Carlos
Mariátegui; y la segunda, desde la introducción a "Il. Importancia del
problema racial" hasta el fin de la tesis (págs. 16 a 16), en cuya
redacción, sobre el esquema básico de Mariátegui, el doctor Hugo Pesca
aporta la mayor parte del texto.
La tesis, en conjunto, fue presentada y discutida
en la Primera Conferencia Comunista Latinoamericana realizada en Buenos
Aires en junio de 1929. y reproducida en el libro El Movimiento
Revolucionario Latino Americano. Versiones de la Primera Conferencia
Comunista Latinoamericana (págs. 263 a 29l), editado por le Reviste "La
Correspondencia Sudamericana” de Buenos Aires, publicación oficial del
Secretariado Sudamericano de la Internacional Comunista. Esta
presentación en conjunto de la tesis reproduce solo un texto de la
primera parte (I. Planteamiento de la cuestión), interpola en la segunda
(II. Importancia del problema racial), los dos tercios restantes,
ensamblados a las secciones escritas por Hugo Pesca quien, a su vez,
incorporó algunos párrafos de trabajos afines llevados por delegados de
otros países a la Conferencia. Para mantener la unidad de conjunto de la
segunda parte, conservamos en la recopilación esta forma de
presentación, que repite parte de la primera en el contexto refundido
por Hugo Pesce (con excepción del cap. V. Situación económico-social de
la población indígena del Perú, que reproduce textualmente la sección
respectiva de la Primer parte, como se señala en el lugar
correspondiente y que por lo tanto se omite).
La primera
parle de la tesis, que se refiere casi exclusivamente al problema
indígena peruano, fue llevada en su integridad al congreso Constituyente
de la
Confederación Sindical latino Americana efectuada en Montevideo en mayo
de 1929, y reproducida en el libro Bajo la Bandera de la C.S.L.A.
(Imprenta La Linotipo, Montevideo; 1929, págs. 117 a 159) con el titulo
"El Problema Indígena". Esta misma primer parte apareció reproducida en
AMAUTA, Nº 25 (Julio-Agosto de 1929) con el titulo “El Problema
Indígena” en la sección "Panorama Móvil" De esta última fuente hemos
tomado la primera parte (I. Planteamiento de la cuestión), considerando
que es la única que alcanzó a revisar el autor. La segunda parte (desde
II. Importancia del problema racial), de la mencionada versión de la
Primer Conferencia Comunista latinoamericana. Ricardo Martínez de la
Torre, en su importante revisión documentaria contenida en los 4 tomos
de Apuntes para la Interpretación Marxista de Historia Social del Perú
(Empresa Editora Peruana, Lima, 1947-1919), reproduce la tesis completa
en el Capitulo Octavo del Toma II ("Como organizamos el partido", págs.
434 a 466); y la primera parte en “La Confederación General de
Trabajadores del Perú", (Tono III, págs. 16 a 29).
La tesis sobre “El problema de las razas en
la América Latina" fue discutida en la sesión del 8 de junio. El doctor
Hugo Pesce, a nombre del grupo socialista peruano y representante
personal de José Carlos Mariátegui, abrió la reunión con las siguientes
palabras: "Compañeros: Es la primer vez que un Congreso Internacional de
los Partidos Comunistas dedica su atención en forma tan amplia y
especifica al problema racial en la América Latina.
La tarea de nuestro congreso, por lo que
este punto se refiere, consiste en estudiar objetivamente la realidad y
enfocar según los métodos marxistas, los problemas que ella encierra,
para poder llegar a su solución revolucionaria a través de una táctica
clara y eficiente, establecida por este caso particular de acuerdo con
la línea general de la Internacional Comunista.
"Los elementos que nos permiten conocer la
realidad en todos los aspectos de la cuestión racial, son principalmente
de orden histórico y de orden estadístico. Ambos han sido
insuficientemente estudiados y dolosamente adulterados por la crítica
burguesa de todas las épocas y por la criminal despreocupación de los
gobiernos capitalista.
“Sólo en estos últimos años asistimos a la
aparición de estudios diligentes e imparciales destinados a revelarnos
en su auténtico aspecto los elementos que constituyen entre nosotros el
problema recial. Recién han comenzado a aparecer los trabajos serios de
critica marxista que realizan un estudio concienzudo de la realidad de
estos países, analizan su proceso económico, político, histórico,
étnico, prescindiendo de los moldes escolásticos y académicos y plantean
los problemas actuales en relación con el hecho fundamental, la lucha de
clases. Pero esta labor recién se ha iniciado y se refiere tan sólo a
algunos países. Para la mayoría de los países de la América latina, los
compañeros delegados de los respectivos Partidos se han encontrado con
material insuficiente o falsificado: así se explica cómo los aportes
informativos a esta Conferencia hayan evidenciado necesariamente un
contenido escaso y, en algunos casos, un carácter confuso en la
orientación con respecto al problema de las razas.
"Este informe, destinada a proporcionar
material y orientación para la discusión en el Congreso, ha sido
elaborado utilizando los aportes de los compañeros de todas las
delegaciones; creo que, por lo tanto, reflejará en distinta medida, las
adquisiciones y las deficiencias señaladas, proporcionalmente al grado
de su entidad en cada país de la América Latina". Nota de los Editores.
2
Este capítulo aparece íntegramente en: 1. situación económico social de
la población indígena del Perú (pags. 34 a 39 de la presente edición).
Nota de los Editores.
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